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¡PALOQUESEA FIDEL, PALOQUESEA!

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Por Carlos Cabrera Pérez ()

Madrid.- Uno de los nietos de la revolución, Carlos D. Lechuga, sigue acribillando mitos, con sinceridad que estremece y lucidez que conmueve; como hizo antes con su película Santa y Andrés, que le complicó la vida en Cuba, donde cuqueó al león que nunca fue fan de la Metro Woldwyng-Mayer.

Los principales méritos de Esta es tu casa Fidel son que está bien contada, que describe el particular Triángulo de las Bermudas en el que sobrevivió el narrador hasta que la gesta de sus abuelos, madre y tía, acabó exiliándolo, pese a los reiterados embarajes de la tiranía más antigua de Occidente de lavarse la cara y prometer el fin de grises quinquenios y la cuidada edición y sin erratas de la madrileña De Conatus, que apuesta por un escritor privado de sus lectores naturales, los cubanos yacientes y postergados.

El libro, aunque bien hilado por la perenne intromisión del mito Fidel Alejandro Castro Ruz en la vida de la gente, contiene dos partes; la primera cuenta gozos y espantos de una familia partida en dos por la epopeya y, la segunda, narra cómo la razia saturniana devora a nietos porque los hijos ya fueron tragados y deglutidos antes; aunque algunos se empeñen en sostener una mística arrasadora que hizo del empobrecimiento y la sospecha sus mejores armas.

Carlos Lechuga presenta el libro 'Esta es tu casa, Fidel'La subordinación del instituto de cine a los dictados de la Seguridad del Estado confirman que el caso Padilla no fue un asunto del pasado y de tres o cuatro comisarios celosos de la pureza ideológica de la estafa, sino que la orden de combate contra los cubanos que no entran por el aro está dada desde aquella orden mutiladora y despiadada: Contra la revolución, ningún derecho; sin la delicadeza de precisar quien determinaba qué obras estaban dentro y fuera de la inundación.

La escena de la reunión el ministro de Cultura sometido a los disparos de los guardias, un pelotón de fusilamiento con el gatillo alegre y el grupo que defendía la película y su pública exhibición, es una de las mejores del relato, no por novedosa, sino porque concluye en la validez de la censura porque a Fidel hay que cuidarlo.

No se trata de una discrepancia estética, ni siquiera ética, sino de un ruego estalinista para cuidar a quien siempre lo hizo celosamente, haciendo fracasar a sus adversarios en menos de 200 intentos reales de atentado, y quien abandonó a su suerte a un pueblo noble que lo protegió y aupó como líder indiscutible en materias tan diversas como la puntería, el cultivo de plátanos burros con riego microjet; que parió la mariquita más cara del mundo, y una olla reina que casi consiguió cocinar sin comida.

Con su libro, el autor consigue la proeza freudiana de matar al padre, a la madre y a la tía, pero sobre todo, al abuelo; un killer bon vivant de pito fácil, que sabía por dónde le entraba el agua al coco y,  que para vivir no tuvo reparos en cumplir las órdenes de Fidel, por disparatadas que fueran o parecieran. Carlos Lechuga Hevia y Alejo Carpentier Valmont fueron los cubanos republicanos que mejor supieron lidiar con la peste verde oliva.

CubadebateLa vida puso en un brete parecido a abuelo y nieto. El abuelo eligió muerte, quedándose al lado del castrismo; el nieto eligió vida quedándose al lado de la abuela espiritista, enterrarla y -pese a Mariela y su tropita- largarse de Cuba, donde un coronel torpe como un pestillo y obediente, le soltó: Compadre, porque ahora todo el mundo hace películas de maricones

Esta es tu casa, Fidel

Carlos D. Lechuga

De Conatus

117 páginas

Madrid

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