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Otro viaje más de nuestro Sin…casa

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Por Yeison Derulo

La Habana.-Los preparativos para un desfile militar este 3 de septiembre promete ser la mayor exhibición de poderío de China en décadas y tiene a Miguel Díaz-Canel como uno de sus invitados.

Xi Jinping conmemorará el 80 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico rodeado de líderes autoritarios de medio mundo. Vladímir Putin, Kim Jong-un y Alexander Lukashenko encabezan la lista de invitados de honor. Y, como era de esperarse, también estará Canel, representando a Cuba en esa pasarela de dictadores mientras en la isla escasea hasta el paracetamol.

La prensa oficialista lo venderá como un viaje “histórico” que fortalece alianzas. Además, consolidará relaciones estratégicas. La realidad es que será otra gira de lujo para un presidente ilegítimo que se da banquetes en el extranjero. Mientras, el pueblo cubano sobrevive a base de pan duro -cuando hay-, café mezclado con chícharo y apagones que revientan la paciencia de cualquiera. El contraste es brutal: la élite desfila en Pekín, el cubano se parte el alma en una cola para comprar un picadillo verde.

Díaz-Canel se sentará en la tribuna junto a Putin, Kim y compañía. Está convencido de que con esa foto logra un lugar en el mapa del poder global. Pero la foto también dice mucho: Cuba ya no forma parte de un bloque progresista, ni de un frente solidario. Ahora es parte de un club de regímenes autoritarios que exhiben músculo militar mientras esconden la miseria de sus pueblos. El desfile no será por la paz, será por el cinismo.

Detrás de la pirotecnia y los discursos de Xi, lo que realmente se juega China es influencia en el sudeste asiático. El mismo Xi que hoy invita a Díaz-Canel es el que mañana firmará contratos multimillonarios con Vietnam, Malasia o Indonesia. Estos países sí tienen economías que ofrecer. ¿Qué lleva Cuba a esa mesa? Nada, salvo la foto de un dictador tropical en un acto de propaganda global. El viaje no traerá ni arroz, ni petróleo, ni medicinas.

Canel aplaudirá los tanques en Pekín. Pero en Bayamo y Santiago la gente sigue protestando por hambre y miseria. Los cubanos gritan “Patria y Vida” delante de policías armados. Mientras, su presidente viaja en avión privado y se codea con líderes que jamás han hecho una cola para comprar comida. La imagen es obscena: el pueblo desesperado, el mandatario sonriente entre cañones y desfiles.

Cuando regrese, lo veremos en la Mesa Redonda contando que fue “un evento trascendental para Cuba”. Repetirá que “se firmaron acuerdos” y que “muy pronto veremos los frutos”. A los dos días, el dólar subirá otro tramo, la electricidad seguirá fallando y los hospitales continuarán sin suturas ni analgésicos.

La gira de Díaz-Canel es humo, como siempre. La verdadera exhibición no es la de Pekín, es la del cinismo que carga a cuestas un gobierno que se aferra al poder mientras deja a un país entero en la ruina.

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