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El Tren Extra 16, que cubría la ruta Holguín-La Habana, descarriló la noche anterior en Camagüey. Esto ocurrió a la altura del kilómetro 522.600 de la Línea Central.
El accidente ocurrió en el acceso comercial «El Cárnico», provocando el descarrilamiento del furgón generador y dos coches de pasajeros.
Afortunadamente, no se reportan fallecidos ni heridos graves, aunque varios pasajeros y tripulantes resultaron con lesiones.
Más de 500 pasajeros tuvieron que ser evacuados, y los daños técnicos afectaron seriamente las ruedas y sistemas de suspensión de los coches impactados.
Una “comisión investigadora” ha sido conformada. Sin embargo, la verdadera pregunta es: ¿Hasta cuándo los cubanos tendrán que viajar en condiciones peligrosas por un sistema ferroviario obsoleto? ¿Cuándo habrá inversiones reales en un sistema plagado de improvisación?
Este incidente no es aislado, sino otro síntoma de un problema estructural: vías deterioradas, trenes envejecidos, falta de mantenimiento e indiferencia institucional.
La seguridad del pueblo no puede seguir siendo víctima de la inercia.
Hace un par de semanas, un tren de carga descarriló y se volcó a la altura de Ceiba Mocha, en la provincia de Matanzas.
El referido tren cargaba alcohol para la fábrica de Santa Cruz del Norte. Aunque una de las pailas se incendió, los bomberos pudieron controlar el fuego antes de que se expandiera a las otras.
Entonces, el ministerio de Transporte anunció una investigación, pero hasta ahora no se sabe nada más.
Los accidentes de trenes y vehículos en Cuba son comunes. Esto ocurre a pesar de que casi no hay movimiento por el ferrocarril. Además, las carreteras, que en general están maltrechas, permanecen vacías.