Enter your email address below and subscribe to our newsletter

Otra vez El Necio

Comparte esta noticia

Por Sergio Barban Cardero

La Habana.- La publicación de Pedro Jorge Velázquez, El Necio, aunque pretenda ser una defensa ardiente de la «pureza revolucionaria», es en realidad el grito de un náufrago ideológico. Su decepción no es con Sandro Castro, ese es solo el pretexto, sino con el hecho de que el régimen que él ha defendido, formó, protegió y toleró a individuos como Sandro durante décadas.

Sandro no está traicionando un legado; lo está reflejando. Él es el nieto legítimo de quien se retrataba en un yate mostrando suculenta pesca de langosta, cuando el pueblo tenía prohibido, no solo pescar, también comerlas.

Aunque moralmente grotesco, de una casta que vivió en la abundancia mientras el pueblo se sacrificaba, el nieto aprendió de su abuelo. Esa impunidad con la que hoy se burla de los apagones o usa la bandera de Estados Unidos como escenografía no es nuevo; es la misma impunidad con que vivieron Fidel y sus hijos, mientras la Seguridad del Estado amedrentaba a los opositores.

¿Qué aprendió Sandro Castro?

Sandro aprendió lo que se le enseñó; que él y su apellido están por encima del pueblo. No aprendió eso en Miami, sino en Punto Cero, junto a su abuelo, viendo cómo vivía un «líder revolucionario» que proclamaba la austeridad para el pueblo desde una mansión con pista de helicóptero, leche y carne de res diaria, de su granja personal con vacas que le daban la leche con el grado de grasa adecuada.

¿Quién le permitió a Sandro ser dueño de un bar de élite? ¿Quién le concedió impunidad para burlarse en redes sociales sin consecuencias legales? No fue Miami. Fue el propio aparato político cubano.
Y sobre el silencio de la Seguridad del Estado.

Señor Velázquez: usted se indigna porque la Seguridad del Estado no cita a Sandro. ¿Por qué lo haría? ¿Acaso la Seguridad del Estado es un órgano que vela por la moral pública, o por la coherencia ideológica? No, señor. Está diseñada para reprimir a los opositores, no para disciplinar a los privilegiados.

¿La crítica de El Necio es ingenua o hipócrita?

Quiere que el aparato represivo del Estado se vuelva justo y “parejo”, cuando su propia existencia es injusta por definición.

«Sandro es Miami», un argumento que se derrumba solo; El Necio dice que Sandro «es puro Miami», como si Miami fuese el demonio y no un refugio que su propia revolución forzó a millones a buscar.

Si Sandro refleja Miami, también refleja lo que muchos cubanos buscan; libertad para expresarse, consumir, vivir como quieran, aunque sea con superficialidad. ¿Qué alternativa ofrece tú, señor Necio? Una vida de consignas, escasez, miedo, vigilancia y obediencia ciega.

El Necio exige que Sandro sea marginado, silenciado, castigado… por hacer en público lo que tantos privilegiados del régimen han hecho en privado durante años y siguen haciendo. No pide justicia ni libertad. El Necio pide censura, pero esta vez aplicada a «uno de los suyos». ¿Qué pasará con aquellos que no tengan el apellido de la realeza?

¿Dónde estuvo esa indignación suya cuando otros principitos viajaban en jets privados, o cuando Antonio Castro desfilaba por Turquía, o aquellos que estudian en exclusivas universidades europeas mientras el pueblo hace largas colas para un cartón de huevos?

Usted llama “enemigo ideológico” a Sandro Castro. Pero la verdad es que el enemigo del proyecto revolucionario no es Sandro. El enemigo fue y es la mentira que sustentó ese proyecto. La mentira de que había igualdad, de que no existían castas, de que se luchaba por el pueblo. Sandro es solo un espejo, un reflejo fiel, decadente y ridículo de la podredumbre que por décadas se maquilló como revolución.

No se trata de Sandro. Se trata del colapso moral del castrismo. De su falsedad histórica. De cómo formaron monstruos como Sandro en sus propias filas, y ahora no saben qué hacer con ellos.

Lo que ofende a El Necio, no es que Sandro traicione la Revolución, sino que la exponga en su estado más puro y obsceno. ¡Públicamente!

Deja un comentario