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Por Carlos Carballido
Cualquier cosa sirve para desprestigiar a Trump. Ese es el empeño: generar emociones adversas en redes. Esta vez le tocó el turno al anuncio del presidente de rebajar aranceles a algunos productos básicos de la canasta familiar.
“Es un habla mierda”, dicen. La realidad es muy distinta. Trump es, más bien, pragmático, y sabe que esta jugada era necesaria para garantizar estabilidad en los precios de la canasta básica, sobre todo en estas épocas festivas de fin de año.
El anuncio de rebajar aranceles garantiza, en primer orden, un suministro estable en los mercados. La demanda ha subido en el último trimestre debido a un ligero aumento del poder adquisitivo del estadounidense promedio.
Históricamente, Estados Unidos no ha sido autosuficiente en la producción de carne, café, frutas, verduras y otros alimentos, debido a su geografía y extensión territorial. Por mucho que aumente su producción interna, no puede cubrir toda la demanda.
Por eso, reducir aranceles en épocas festivas no es un error, sino un acierto que evita que la inflación residual heredada de Biden se descontrole.
Los críticos de Trump se regodean en improperios ante una medida que han tomado TODOS los presidentes de EE. UU.
Obama, por ejemplo, se vio obligado a rebajar aranceles a China, después de alardear sobre restricciones a la importación de neumáticos. También tuvo que reducir a cero las tarifas de otros productos del gigante asiático.
¿Y Biden? Ah… pues Biden igualmente alardeó de subir aranceles a ciertos productos que luego tuvo que anular debido a la inflación galopante de su administración. Lo más significativo fue el caso del acero, los paneles solares y, sobre todo, buena parte de la importación de productos chinos durante 2021 y 2023.
Biden, con tal de ganar elecciones, aplicó una política de cero aranceles, lo que generó una inflación residual producto del exceso de mercancía y el bajo poder adquisitivo. A eso se sumó la masiva inyección de dinero impreso por la Reserva Federal, creando un panorama difícil de revertir.
Trump no es el primero ni el último en jugar con los aranceles, pero sí es el único que lo hace como un administrador estricto, subiéndolos o bajándolos según convenga a la estabilidad económica. Sabe que un error sería fatal, sobre todo en época electoral.
Aun así, no importa: seguirán cuestionándolo y ridiculizándolo en redes. Nadie entiende que esta política ha recaudado entre 195 mil millones y 214 mil millones de dolares este año de los cuales es posible que los americanos legales puedan recibir un bono de 2000 dolares. No sé si sus críticos lo rechazarán. Tal vez no.
Al final, el Trump Derangement Syndrome es una realidad y son las emociones las que dominan… excepto el sentido común