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Por José Manuel González ()
Hace tres o cuatro años, una amiga muy cercana me dijo que yo siempre escribía de las cosas malas que hacía el gobierno cubano, nunca de las buenas. Mi respuesta fue un reto para ella: “Dígame tres cosas buenas que haya hecho el gobierno en los últimos tiempos y que a la larga hayan resultado en un aumento del bienestar general de los cubanos”. En aquel momento no pudo decirme ni siquiera una. Hoy tampoco podría.
Los cubanos hemos perdido tantas cosas en los últimos años que ya muchas ni las recordamos: perdimos la posibilidad de comprar lo que necesitamos con nuestra propia moneda; perdimos el poder adquisitivo de nuestros salarios y pensiones, que nunca fue mucho y ahora es nada; perdimos el pan diario, que a falta de harina y electricidad muchas veces se desaparece; perdimos la posibilidad de ir a la playa o de llevar a nuestros niños a un parque de diversiones.
También perdimos los alimentos subsidiados que salvaban del hambre a mucha gente; perdimos la buena atención médica, porque los pocos profesionales de la salud que quedan no tiene con qué trabajar; perdimos a nuestros maestros, porque nadie quiere pararse ante un aula por un salario miserable.
Y perdimos la seguridad de nuestras calles; perdimos la electricidad que nos alumbraba; perdimos el gas con el que cocinábamos y tuvimos que recurrir al carbón y la leña, como nuestros antepasados.
Perdimos a amigos y familiares, que se fueron en travesías peligrosas buscando escapar del desastre.
Ahora nos quitan el Internet. No es que sus precios fueran bajos antes, pero las nuevas tarifas son simplemente un asalto vulgar, como el que puede ocurrir en cualquier calle oscura.
ETECSA —que es como decir el gobierno cubano— no solo pretende robarle a sus clientes en Cuba, sino que con total descaro reconoce que la medida es para sacarle dólares a los que están fuera del país.
Lo que sucede en Cuba no se trata de “izquierdas y derechas”, de “lucha contra el imperialismo”, de “construcción del socialismo”, ni de ninguno de esos recursos retóricos que hace mucho suenan completamente vacíos.
Lo que pasa es algo más simple: un grupo de personas en el poder extorsionan y desangran a otro grupo que no tiene poder ni posibilidades institucionales de tenerlo. Nada más, nada menos, una extorsión sencilla como la que puede hacer cualquier mafia. Lo de ETECSA es un capítulo más.
Yo solo no dejo de preguntarme: ¿qué defienden los que defienden “aquella cosa”, ese gobierno, esa forma de gestionar la política? Alguno, sus privilegios, evidentemente, pero ¿y los que no tienen privilegios? ¿Esos qué defienden? ¿La soberanía nacional? Nunca hemos sido menos soberanos porque nunca hemos sido más vulnerables y dependientes de lo que sucede fuera de nuestras fronteras y, por tanto, de nuestro control.
Los cubanos no solo lo hemos perdido casi todo, sino que no hay ninguna estrategia del gobierno que vaya a sacarnos del abismo. Y no he querido hablar ni de democracia, ni de presos políticos, ni de espacios de debate público; me he quedado únicamente en la dimensión más sencilla de lo que debe ser el ejercicio de gobernar: la búsqueda del bienestar.
Ellos nos lo han quitado todo, hasta la familia. Y se nota que tienen miedo, porque saben que cuando alguien no tiene nada que perder, solo tiene todo por ganar, si se lo propone.
P.D.: La imagen que acompaña el post la tomé de un grupo de WhatsApp en el que estoy. Lamentablemente, no sé el nombre de su autor.