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No era él, era Goeth: La transformación que aterró hasta a Spielberg

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Por Hiram Caballero ()

Cuando Ralph Fiennes entró a la sala de audiciones de Schindler’s List en 1992, nadie imaginaba lo que estaba a punto de ocurrir, ni siquiera Steven Spielberg. Fiennes, entonces un actor británico de teatro conocido por sus papeles en Shakespeare, no tenía nada de amenazante: era amable, educado y preciso.

Pero en cuanto comenzó a leer el papel del comandante nazi Amon Goeth, algo cambió. Su respiración se volvió lenta, sus ojos se enfriaron y la sala pareció encogerse a su alrededor. Spielberg quedó inmóvil. Al terminar la escena, no aplaudió: simplemente salió. Minutos después regresó, pálido y conmocionado, y murmuró:

“Creo que acabo de conocer al mal”.

Fiennes, en realidad, no quería el papel. “Me daba miedo”, confesó años después. “No quería vivir en la mente de ese hombre.” Pero Spielberg vio en él algo más profundo: una calma capaz de transformarse en terror. Fiennes aceptó el reto, no por ambición, sino por curiosidad. “Quería entender cómo un ser humano podía volverse tan vacío.”

La transformación fue brutal. Usaba el uniforme de Goeth incluso fuera de cámara, no por vanidad, sino porque “necesitaba sentir su peso, su fealdad”. El equipo de rodaje lo evitaba. Los sobrevivientes del Holocausto que visitaban el set no podían mirarlo a los ojos. Una mujer rompió a llorar al verlo. Cuando él intentó consolarla, ella respondió temblando: “No eres tú… es él. Te pareces a él”.

Cuando la película se estrenó, su actuación fue descrita como inquietante e inolvidable. Pero dejó cicatrices. “Me perturbó lo fácil que puede parecer la crueldad”, dijo Fiennes. “Esa idea me acompañó durante años.”

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