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NI FRESA, NI CHOCOLATE

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Por Laritza Camacho
La Habana.- Soy de la generación de «nos vemos en el Yara y vamos al Coppelia. Hoy fui al Coppelia.Terminé de trabajar más temprano de lo previsto, había frío -siempre me gustó Coppelia en invierno-, no había cola y tenía el dinero y buena compañía.
Aquí mismo, dijimos al encontrar la primera cancha, unos carteles gigantes anunciaban muchos sabores y especialidades. Una muchacha tímida y amable nos dio la bienvenida.
Nos sentamos en la mesa que escogimos y al cabo de unos minutos la muchacha de la puerta nos pidió cambiarnos, habían empezado a cuadrar la caja y estaban sirviendo las mesas de atrás.
Cuando nos atendieron -también amable la dependienta- supimos que solo quedaba vainilla, rizado de chocolate y podíamos pedir todas las ensaladas que quisiéramos, era la única especialidad.
El helado no estaba malo. El ratico de espera sirvió para mirar detalles y desmentir la noticia, nada estaba reluciente, arreglado y renovado. Nada. Los toldos negros de churre, las sillas despintadas, la misma vajilla plástica.
Cuando recogen la mesa, el agua de los vasos la tiran a las plantas, pero casi por arriba de la cabeza de los clientes, a los que llaman familia, mamita, papito, muchacha…
De pronto, el que cobra, te insta a pagar en efectivo, uno sabe y acepta. En segundos, dos trabajadores discuten porque hay otras dos que no están haciendo nada, según ellos. Discuten al lado de uno.
Entró una pareja de personas mayores. Ella cubana, él extranjero. A ella se le caía la cara de vergüenza; él exigía que lo atendieran, no entendía por qué su silla se balanceaba, por qué había un solo sabor, por qué aquellos dos discutían y no lo atendían. Ella trataba de explicar lo inexplicable y le escuché decir a él: «No quiero que me traten como si fuera Maradona, pero merezco un respeto mínimo. Ustedes los cubanos no se dan a respetar.»
¿Por qué cuento todo esto? Porque si tú pensabas que el Coppelia estaba malo, lo puedes seguir pensando. Si tú creías que el Coppelia estaba bueno, lo puedes seguir creyendo. No ha cambiado nada, salvo los precios. No entiendo por qué se convirtió en titular y saltó a los medios de comunicación como noticia.
Yo reí como adolescente con lo real maravilloso de un lugar que me marca como generación. Tomé un helado en Coppelia, el Yara estaba cerrado, su marquesina anunciaba un homenaje a Mirta Ibarra a las cinco de la tarde. Ya eran las 7:00 pm cuando emprendí el regreso a casa.
Triste noticia es Coppelia. Y en el diario no hablaban de ti. Ni de mí.

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