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Por Jorge L. León (Historiador e investigador
Houston.- ¿En qué pensaba el electorado neoyorquino cuando depositó su voto a favor de este comunista de discurso islámico radical? ¿Acaso este personaje pidió perdón por los ataques del 11 de septiembre? ¿Oró por las víctimas inocentes de aquella tragedia que marcó la conciencia de toda una nación?
¿Condenó de manera firme el acto criminal que segó tantas vidas, tan vil y despiadado como los ataques sufridos por Israel?
¿Acaso no ha mostrado, a lo largo de sus declaraciones, un profundo desprecio hacia el pueblo judío y una afinidad ideológica con los sectores más radicales del islamismo político?
El electorado de Nueva York, que históricamente se ha distinguido por su lucidez política, esta vez ha cometido un error monumental. En su afán por buscar “cambio”, ha confiado su destino a un hombre cuyas promesas resultan tan seductoras como imposibles, y cuyos vínculos ideológicos se alejan de los valores fundacionales de la nación estadounidense.
Zohran Mamdani, hijo de inmigrantes ugandeses, ex asambleísta del distrito 36 de Queens, llegó a la alcaldía prometiendo un paraíso de igualdad y bienestar generalizado: alquileres congelados, transporte gratuito, supermercados municipales y “justicia económica” financiada con impuestos a los ricos. Todo bajo la bandera de un socialismo moderno que, en el fondo, repite la vieja receta del fracaso: más Estado, menos libertad, más promesas y menos realidad.
El votante común, abrumado por la crisis del costo de vida, creyó que el alivio vendría por decreto. Y en ese acto de fe, cargado de ingenuidad, se disparó en los pies.
1. Congelar rentas y prometer vivienda barata
Ninguna ciudad del mundo ha logrado sostener una política de congelamiento generalizado de alquileres sin provocar escasez, deterioro de edificaciones y corrupción en el mercado inmobiliario. Los propietarios abandonan la inversión, la oferta disminuye y el problema empeora. Nueva York no será la excepción: la medida suena justa, pero económicamente es suicida.
2. Transporte gratuito
Los autobuses sin costo fueron el estandarte de su campaña. Pero mantenerlos implica miles de millones de dólares al año. ¿De dónde saldrá ese dinero? Del bolsillo de los contribuyentes que todavía producen, de los mismos ciudadanos que ya cargan con los impuestos más altos del país. El sistema no se alimenta de discursos, sino de presupuesto.
3. Tiendas municipales de comestibles
El modelo recuerda a los experimentos fallidos de economías centralizadas: el Estado comprando, distribuyendo y vendiendo alimentos. A la larga, el déficit se multiplica y el contribuyente paga. En nombre del pueblo, se crea una maquinaria ineficiente que destruye el mercado y multiplica la escasez.
4. Subir impuestos a los ricos
Otra ilusión. Cuando se castiga el éxito, el capital huye. Empresas y profesionales de alto ingreso buscarán refugio en otros estados, erosionando la base tributaria y dejando un agujero fiscal que, como siempre, se traslada a las clases medias y trabajadoras. Lo que comienza como un “impuesto al millonario” termina como un castigo al trabajador.
La elección de Mamdani no solo es un error económico: es un error moral. Nueva York, símbolo de modernidad, trabajo y diversidad, ha confiado en un hombre cuyas convicciones ideológicas chocan con los valores esenciales de la nación. No es el color de su fe lo que preocupa, sino el uso político de esa fe para legitimar el resentimiento y el discurso divisorio.
Su ambigüedad frente al terrorismo islamista y su silencio frente al dolor del 11 de septiembre son moralmente inaceptables. El perdón y la empatía no se improvisan; son gestos de humanidad. Mamdani no los ha tenido.
Y peor aún, mientras el mundo observa el recrudecimiento del antisemitismo, Nueva York —hogar de una de las comunidades judías más grandes fuera de Israel— entrega su gobierno a un político que ha exhibido frialdad y parcialidad en los momentos más trágicos del conflicto de Medio Oriente. Recordar que …
“El islamismo no tolera la libertad religiosa, ni ninguna otra. Miremos a Londres cuando un alcalde musulmán alcanzó la alcaldía: crecerán como la espuma y trabajarán para imponer sus tradiciones, el comunismo y el Islam. El peligro ya está sembrado… ¡ojalá no tengamos que recoger cosecha tan dañina!”
Las promesas de Mamdani no difieren mucho de las que, en otros tiempos, destruyeron naciones enteras: bienestar universal sin productividad, subsidios sin producción, igualdad sin esfuerzo. Cada palabra encubre un espejismo.
La historia económica demuestra que el exceso de intervencionismo estatal conduce al estancamiento. El socialismo urbano que pretende imponer en Nueva York será un freno para la inversión, un golpe a la confianza empresarial y un paso atrás en competitividad.
El votante no entendió que la prosperidad no se distribuye: se crea. No nace de decretos ni de discursos, sino de trabajo, eficiencia y responsabilidad individual.
Pronto llegarán las consecuencias. El déficit crecerá, los servicios públicos se degradarán, los inversionistas se marcharán, y la misma clase trabajadora que votó con esperanza se encontrará pagando una factura impagable.
Ese día, cuando la ilusión se desvanezca y los sueños se vuelvan pesadillas, el pueblo comprenderá —demasiado tarde— que su voto fue un acto de autoengaño.
Asi las cosas, Nueva York ha elegido un experimento ideológico en lugar de un proyecto de desarrollo. Ha votado por un hombre que promete justicia social pero que no sabe producirla.
El error es de proporciones históricas: el electorado no solo ha subestimado las consecuencias económicas, sino también el riesgo moral y cultural de legitimar el populismo disfrazado de “progresismo”.
Estados Unidos es la tierra de las oportunidades, del trabajo y de la superación personal. No hay otro camino.
Los espejismos del socialismo acaban, siempre, en el mismo lugar: en el cementerio de las naciones que creyeron en ellos.
El despertar será amargo. Y Nueva York, en su ceguera momentánea, descubrirá que el voto equivocado puede costarle su grandeza.