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El plan israelí contempla desplazar a un millón de personas, asediar Gaza y establecer una administración alternativa, mientras crecen las críticas internas y el riesgo para los rehenes aumenta
Por Maya Siminovich, para El Vigía de Cuba
Tel Aviv.- Son dos lecturas completamente diferentes. Por un lado, el Gabinete de Seguridad aprobaba la propuesta del primer ministro, Benjamin Netanyahu, después de 10 horas de debate. Los cinco objetivos que se comunicaron fueron: desarmar a Hamás, devolver a los rehenes, la desmilitarización de la franja, el control de la seguridad por parte de Israel y el establecimiento de una administración civil alternativa, no dirigida por Hamás y tampoco por la Autoridad Nacional Palestina (ANP).
Mientras, los titulares de los medios de comunicación, tanto a favor como en contra del premier, tenían otra intepretación: la ocupación total de Gaza.
La palabra «control» del comunicado oficial se quedaba muy atrás.
La reunión del gabinete se planteó de tal manera para que el jefe del Estado Mayor, Eyal Zamir, presentara al escalafón político varios planes operativos para Gaza. Sin embargo, Netanyahu ya había dado dos entrevistas a medios extranjeros horas antes, sugiriendo que el objetivo era tomar Gaza (si bien, no anexionarla) y que el gabinete sería convocado para dar luz verde al plan.
Una vez vistos los planes del Ejército durante la reunión, el primer ministro declaró que estos no contribuirían al regreso de los rehenes.
«El plan que aprobamos permitirá alcanzar los objetivos de la guerra con mayor eficacia», afirmó.
Según la decisión, la evacuación de la población civil de la ciudad de Gaza hacia el sur deberá completarse el 7 de octubre, cuya coincidencia con el segundo aniversario del ataque terrorista de Hamás no debería ser una casualidad.
Una vez finalizada la evacuación, las fuerzas israelíes asediarán a los combatientes restantes de Hamás en el núcleo urbano. Se espera que Israel dé un ultimátum a Hamás para que se rinda. Si no lo hace, las tropas israelíes entrarán en la ciudad.
La cadena estatal Kan informó que, si bien el ejército estima que tomar las zonas restantes de Gaza que no están bajo control israelí podría llevar meses, establecer un sistema de seguridad similar a la presencia militar israelí en Cisjordania podría requerir hasta cinco años de combates.
Otra fuente familiarizada con el plan declaró a varios medios que un millón de palestinos tendrían que trasladarse a zonas del sur de la Franja de Gaza y que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) construirían complejos de viviendas para ellos.
Mientras tanto, se han difundido imágenes por satélite que muestran concentración de tropas israelíes cerca de la frontera con Gaza. Esto implicaría preparativos para una gran ofensiva terrestre. Una más, teniendo en cuenta que Israel ya ocupa militarmente cerca de 75% del enclave.
Varios analistas militares israelíes llevan días advirtiendo que un asalto terrestre sería un desastre para los rehenes, para los soldados israelíes y para la población palestina, ya que los combatientes de Hamás están atrincherados y «no hay posibilidad de eliminarlos a todos».
Están considerando llamar a filas a unos 200.000 soldados más. El total de reservistas del país es de unos 450.000. No obstante, la inteligencia militar israelí cree tener una idea aproximada de dónde se encuentran los rehenes, probablemente en el centro de Gaza.
El plan inicial sería tomar la Ciudad de Gaza y, si lo estiman necesario, pasar a conquistar los campos de refugiados del centro del enclave, por ahora todo ello podría tomar cinco meses, más los dos meses de tiempo para que se inicie el plan, es decir, en marzo de 2026.
Incidentalmente, Hamás emitió un comunicado parecido al del extremista ministro de Finanzas israelí, Bezalel Smotrich. Ambos descreen del “arrojo” de Netanyahu de llevar a cabo lo anunciado, pero Hamás cree que es un método de presión para llevarlos a negociar y Smotrich critica que precisamente que eso es lo que parece.
«El primer ministro y el gabinete sucumbieron a la debilidad, dejaron que los sentimientos prevalecieran sobre la razón y decidieron repetir lo mismo: lanzarse a una maniobra militar cuyo propósito no es la victoria, sino presionar a Hamás para que llegue a un acuerdo parcial sobre los rehenes, mientras decían claramente que si Hamás aceptaba un acuerdo, nosotros aceptaríamos detenernos de nuevo (…) así no se gana una guerra”.
Hamás repitió que está dispuesto a un acuerdo global, todos los rehenes por todos los presos y alto el fuego permanente. Los miles de ciudadanos israelíes que han criticado públicamente a Netanyahu, en las últimas semanas más de 2.000 artistas, más de 500 exoficiales de seguridad, incluyendo todas las agencias del ramo, como la de inteligencia exterior, el Mosad, la de inteligencia interior -Shin Bet- y la Policía.
También médicos, arquitectos, pilotos. Todos coinciden en acusar al mandatario de prologar la guerra para mantener su coalición de gobierno, es decir, seguir en el poder. En la noche del sábado miles de ciudadanos salieron a manifestarse como cada sábado desde hace 22 meses en diferentes lugares del país, algunos exigiendo la firma de un acuerdo de alto el fuego que libere a los rehenes y otros por ese primer motivo y también porque sienten por los gazatíes.
Estos últimos no son la mayoría. Pronunciarse en contra de lo que Israel está haciendo a los palestinos está mal visto en Israel. En la concentración de Tel Aviv frente al Ministerio de Defensa los ponentes y la megafonía urgieron a los soldados a no participar en la invasión de la Ciudad de Gaza.
Esta semana, el diario Yediot Ahronot informó sobre un sonado enfrentamiento entre el jefe del Comando Sur, Yaniv Asor, y el comandante de la Fuerza Aérea, Tomer Bar. El telón de fondo es la creciente crítica, tanto en el cuartel general como en los escuadrones, por las bajas gazatíes en los ataques.
En esta etapa de la guerra, la mayoría de los objetivos del ejército del aire israelí son mandos medios de Hamás, puesto que los demás han sido eliminados. Muchos se esconden en enclaves civiles como Muwasi, en el suroeste, en tiendas de campaña y estructuras temporales. La información sobre estos lugares es limitada, están densamente poblados y es prácticamente imposible no matar civiles.
El malestar no oculto en la fuerza aérea comenzó después de la reanudación de la guerra en marzo. Por primera vez, algunos pilotos reservistas y operadores de drones declinaron servir debido a la muerte de civiles y el peligro que corrían los rehenes.
Los pilotos de aviones disparan siguiendo instrucciones y no ven sus blancos ni las consecuencias, en cambio, los de drones lo ven todo.
Desde que Hamás atacó en el sur de Israel hace ahora casi dos años, ninguno de los altos cargos del Ejército, de defensa y agencias de inteligencia israelíes sigue en su puesto, o porque dimitieron por voluntad propia o porque hubo presión para que lo hicieran, no por una comisión estatal que investigara por qué Israel no pudo responder mejor al terrible evento, algo a lo que el gobierno se niega repetidamente.
De hecho, el único que continúa en el cargo después del 7 de octubre de 2023 es Netanyahu. Después de que el ex jefe del Estado Mayor, Herzl Halevi, abandonara su puesto, Zamir fue elegido por el primer ministro, y, apenas cinco meses después, parece que ha perdido el favor del líder.
Los contenciosos son dos: Eyal Zamir pidió más tropas para poder llevar a cabo la operación Carros de Guideón, sacada de la manga en el mes de marzo durante otra ronda de negociaciones fracasadas con Hamás.
El jefe del Ejército insiste en que los ultraortodoxos también deben ser llamados a filas, una medida que goza del apoyo popular israelí, pero va en contra de los intereses de los partidos haredíes (ortodoxos), que son parte integral de la coalición gobernante.
Por el mismo motivo fueron cesados el presidente del Comité de Asuntos Exteriores y Defensa del parlamento, Yuli Edelstein, del mismo partido que el mandatario, el Likud, y el ministro de Defensa Yoav Gallant.
El segundo punto de enfrentamiento es que Zamir no aprueba la expansión militar a zonas en donde pueda haber rehenes. Aseguró que es condenarlos a muerte, al igual que dicen las familias de los secuestrados, ya que Hamás ha dado instrucciones a los captores para ejecutar a los rehenes si tropas israelíes se acercan, como ya ha hecho por lo menos en una ocasión en agosto del año pasado.
También los bombardeos israelíes los ponen en peligro y los matan, recuerdan a cada rato los que han estado secuestrados en Gaza.
Fuentes cercanas a Netanyahu han sugerido a Zamir que se vaya y que tenga cuidado de que no le golpee la puerta al salir y Yair Netanyahu, hijo del primer ministro, y por algún motivo muy influyente en su padre, ha afirmado desde Miami que Zamir preparaba un golpe de Estado. Este es el ambiente de la conversación política.
«Si hubiera un gobierno normal aquí que no luchara contra el estamento militar, sino que colaborara con él, habríamos cerrado hace mucho tiempo un acuerdo para el regreso de todos los rehenes, con Gaza bajo la gestión de un gobierno tecnocrático de la Autoridad Nacional Palestina», aseguró Assaf David, experto en Medio Oriente y exmilitar, al diario Haaretz.
David, quien fundó el Foro para el Pensamiento Regional junto con otros expertos hace 15 años, una organización que desafía el discurso convencional de seguridad y orientalista en Israel, dice que después del 7 de octubre, hubo un fuerte impulso árabe-palestino que podría haber sido usado para deshacerse de Hamás y cree que «si Israel hubiera propuesto un plan para un Estado palestino, sin condicionarlo al suicidio de Hamás, podría haber funcionado».
Sin embargo, tanto David como otros académicos y analistas, señalan que el problema más grave al que se enfrenta Israel y gracias al que ha llegado a la tesitura en la que se encuentra es la ideología mesiánica judía puesta en práctica, presente en el gobierno, ejército y defensa.
El abogado Yair Nehorai hace años viene advirtiendo que el objetivo último de los mesiánicos es la ocupación de toda la tierra de Israel bíblica, incluyendo los territorios palestinos, y la construcción del tercer templo como paso previo a la llegada del mesías.
La gran presencia de esta comunidad, pequeña en números, pero con gran influencia, (representada en los partidos Sionismo Religioso, Poder judío y en las corrientes de colonos) en lo militar, en las ciudades laicas y en la política, es parte de su ideología.
Esta afirma que para el Estado laico, el Israel actual, es necesario para alcanzar la redención y los religiosos deben apoyarse en él. Esto comenzó con el primer mandatario, David Ben Gurión, en 1948, y continúa hasta ahora con Netanyahu, puesto que los laicos sirven al propósito divino, sin bien, de manera inadvertida, según los mesiánicos.
«Mi gobierno me causa enorme desconfianza, bastante antes del 7 de octubre, cuando comenzaron a desmantelar el Estado de derecho y más aún desde la guerra que no acaba, porque cada vez inventan algo nuevo para seguirla, y los mesiánicos son los que deciden, veo claramente que nos están llevando al abismo», señala Hadar Weisman, una profesora de economía en la Universidad de Tel Aviv, en estos momentos desplazada, junto a su marido y dos hijos pequeños, después de que un misil iraní les destruyera el piso el pasado 22 de junio en un barrio de Tel Aviv.
Weisman se manifiesta sin falta en contra de la guerra, en varios grupos. Está casada con un militar, ella misma sirvió durante años, sus padres también. Y se quiebra al ser preguntada si no quiere irse del país.
«Si nos vamos, cosa que pienso todo el tiempo por mis hijos, para que lo primero que hagan en cada sitio nuevo que visitan no sea buscar el refugio, ¿quién va a quedar? ¿los chalados, los militaristas, los violentos, los fanáticos?», dice entre lágrimas.