Por José Alberto Méndez ()
Holguín.- La muchacha que vive conmigo (como no estamos casados nos decimos así) me dijo hace un tiempo que no diga más nada de los apagones. La verdad creo que ya he dicho demasiado, y para sorpresa de nadie, los sigo sufriendo como el primer día.
La Empresa Eléctrica no sabe que existo, mi circuito va y viene al ritmo planificado, ignorando de manera ofensiva todo lo que he dicho sobre la UNE, el SEN y la madre de los tomates (incluidos tomates cuadros, tomates ministros y tomates presidentes).
Supongo que no tengo que decir que le he hecho caso, y no he dicho más nada sobre los apagones, ni sobre nada, y ha sido una buena decisión… La vida sigue igual de todos modos.
Soy la insignificante voz de un tipo que pasa calor de 12:00 a 3:00, y eso no le importa a nadie.
Este preámbulo es solo para no decir nada sobre los apagones. El objetivo de escribir hoy, es otro.
La muchacha que vive conmigo está embarazada, y yo, como responsable del maltrato infantil que significa imponerle a una persona la condición de ciudadano de esta finca tercermundista, llevo varios meses ya de policlínico en policlínico, haciendo cola de consulta en consulta, viendo cómo la gente se cuela en todas y cada una de ellas… Pero hoy tuve una experiencia especial: hoy fui al hospital; y tengo muchas cosas que decir al respecto, pero la primera y más importante es esta: todo lo que te digan que está mal en un hospital en Cuba, es verdad, puedes creerlo con los ojos cerrados.
¿Que te dicen que no hay medicamentos? Es verdad. ¿Que te dicen que ningún equipo funciona? Es verdad. ue te dicen que hay churre y manchas y mierda hasta en el techo? Es verdad.
¿Que los que trabajan allí son personas realmente admirables, desde el médico hasta la señora de la limpieza, y que uno no se explica como lo siguen haciendo? También es verdad.
Igual ya estoy un poco acostumbrado a todo eso y termino sorprendiéndome muy poco, cada día menos, pero hoy choqué con una situación, que me pareció un poco más increíble que las demás. Resulta que en todo el Hospital Provincial solo funciona un equipo para hacer electrocardiogramas, y parece una tontería, seguro hay mil cosas más, de las que solo hay un ejemplar funcionando en todo el hospital, o en todo el municipio, o en toda la provincia, y estoy seguro de que en todo el país, y uno no piensa en ellas. Supongo que hoy lo noté, simplemente porque me tocó de cerca.
Describir cómo funciona el asunto de los electrocardiogramas no es mi objetivo, solo diré que estuvimos en un pasillo prácticamente sin luz, sudando como puercos, un buen par de horas, período de tiempo en que el equipo (que se llama electrocardiógrafo) tuvo que salir a cumplir “misiones” a Terapia y a la Unidad de Cuidados Intensivos, pues como es lógico, la mayoría de la gente que necesita usar ese aparato, lo necesita con bastante urgencia.
Tampoco es mi objetivo explicar cómo nadie respeta nada, y todo el mundo prefiere que le acabe de dar el infarto intentando colarse, antes que esperar tranquilo a que le toque el turno.
Menos todavía es, aunque de verdad me parece surrealista, explicar que ese “equipito”, que no es más grande que una impresora, esté funcionando (según el técnico que lo opera) por unos remiendos que le han hecho ellos mismos (me dijo señalando un alambre que hacía las veces de presilla en un costado del aparato)
Mi objetivo -creo-, es tratar de entender cómo es que un hospital, una institución, un sector, un ministerio, un país, llega a estar en esta situación, donde lo que estoy describiendo es “lo normal”, donde todo el mundo parece aceptarlo todo, donde la norma es la resignación, el sálvese quien pueda, el inexpresivo “es así”, “no hay de otra”, “¿qué vamos a hacer?” ¿Cómo se llega a esto? Y sobre todo, ¿por qué se llega a esto?
Teniendo en cuenta que ese equipo, puntualmente, tiene un precio que ronda los 1000 USD, en países a los que les podemos comprar lo que nos dé la gana (nadie vaya a pensar que no hice la tarea de chequear los precios y los proveedores) ¡1000 USD! Eso es una cantidad insignificante de dinero. Hay dirigentes en este país con eso colgando de la muñeca, hay reuniones con cualquier “excelentísimo” visitante con esa cantidad aprobada en el presupuesto bajo el concepto de: “almuerzo”, hay hoteles a los que sí les hacen una sola habitación menos permiten comprar 40 cardiógrafos. ¿Nadie piensa en eso? Estamos todos locos? ¿La vida va a ser esto…morirse de un infarto sin saberlo? ¿Esa es la solución?
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