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Por Oscar Durán
La Habana.- Todos, o casi todos los titulares de El Vigía de Cuba se los llevó Etecsa, ese monopolio miserable perteneciente a una familia de apellido Castro. El cubano despertó indignado, incluso hasta las ciberclarias. En un país donde el salario mínimo no alcanza ni para comprar un cartón de huevos la única compañía telefónica del país, como si estuviera en Suiza, decidió que lo mejor para continuar con este «excelente» 2025 era subir los precios del internet. Como si la conexión ya no fuera lenta, intermitente y obsoleta. Como si no bastara con tener que caminar dos cuadras para agarrar señal, ahora también hay que vender un riñón para mandar un WhatsApp.
El primer ministro, Manuel Marrero, con esa cara de quien no ha hecho cola en su vida, justificó el alza diciendo que los paquetes en MLC no se venden como antes y hay que “captar divisas”. O sea, que la solución es que los cubanos que ganan en pesos sufran el doble. No importa que la mayoría viva sin remesas. No importa que un maestro o un médico tenga que decidir entre comer o conectarse. La “revolución” tecnológica, al parecer, también es selectiva.
Lo más indignante no es solo el aumento descarado, sino la manera en que lo disfrazan: hablan de “nuevos servicios”, de “inversiones en infraestructura”, de “sostenibilidad del sistema”. ¿Sostenibilidad para quién? ¿Para el burócrata de turno con su iPhone 14 y acceso ilimitado? Porque la gente de a pie, esa que con suerte se conecta al mediodía si hay corriente, no ve ni un mega de mejora.
Y mientras los precios suben como cohete, la calidad baja como el nivel del río Almendares. Las zonas wifi parecen campos de concentración digital. El Nauta Hogar es una estafa con cables. Las páginas estatales cargan más lento que el arrepentimiento de un funcionario corrupto. Pero Etecsa -ay, Etecsa- sigue vendiendo la idea de que el problema es “el bloqueo” y no su absoluta ineficiencia.
En cualquier país decente, una empresa que da un servicio tan pobre no tendría derecho a subir ni medio centavo. Pero en Cuba, la lógica es inversa: entre peor lo hacen, más caro te lo cobran. Y cuidado con quejarte, que enseguida te tachan de “contrarrevolucionario digital”.
Este nuevo tarifazo es otro clavo en el ataúd del acceso libre y democrático a la información. Un golpe más a los que quieren estudiar, emprender, comunicarse con familiares, o simplemente, existir con algo de dignidad en esta isla siniestra.
Así que sí, sigan subiendo los precios, sigan apretando la soga. Que algún día, en esta misma nube donde ahora censuran y exprimen, van a caer las lluvias de todo un pueblo harto. Y entonces, ni mil datos en roaming los van a salvar.