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Por Oscar Durán
La Habana.- Yasmani Acosta, luchador de origen cubano nacionalizado chileno y subcampeón olímpico, soltó una bomba que dejó a más de uno rascándose la cabeza: Mijaín López podría aparecer en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028.
«Juré que estaba retirad,o pero después de hoy no sé si creerle, puede haber sorpresa para los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028, dijo Acosta en Facebook.
Sí, el mismo que se despidió en París con honores, el que ya había dicho adiós, el que colgó las botas —o mejor dicho, el que dobló el “singlet”— ahora resulta que podría regresar. Y no porque tenga una juventud arrolladora, sino porque el movimiento deportivo cubano está tan en ruinas que la dictadura vuelve a desempolvar a su única leyenda.
El caso de Mijaín no es más que el reflejo de un sistema incapaz de producir relevo. Mientras otros países apuestan por nuevas generaciones, Cuba se aferra a un gladiador que ya debería estar disfrutando su retiro, no cargando sobre sus espaldas las medallas que el castrismo no supo construir con otros atletas. El régimen ha exprimido tanto a sus deportistas que ahora no tiene con qué sostener su vitrina olímpica y debe recurrir, una vez más, al hombre que lo salvó durante cuatro ciclos.
Pero, ojo, el problema no es Mijaín. El problema es el circo político en el que se ha convertido el deporte cubano. La dictadura necesita un héroe que tape el éxodo masivo de atletas hacia ligas extranjeras, y en esa desesperación apelan a un luchador que ya demostró todo lo que tenía que demostrar. La idea de verlo competir con casi 46 años no es una epopeya, es una burla al propio sistema que lo idolatra mientras entierra al resto de sus deportistas en el olvido.
Si algo queda claro es que el Instituto Nacional de Deportes en Cuba ya no tiene ni plan ni vergüenza. Los mismos que lloran medallas en las conferencias de prensa, son los que han provocado que miles de talentos huyan buscando libertad y mejores condiciones. El resultado está a la vista: la esperanza olímpica de un país entero se resume en un hombre que ya debería estar dando charlas de motivación, no volviendo al colchón a salvar la patria.
Mijaín López es una leyenda, eso nadie lo discute. Lo que sí se discute, y con razón, es la miseria de un modelo deportivo que después de sesenta años no pudo garantizar relevo generacional. Si de verdad Cuba tiene que esperar hasta 2028 para ver si su “gigante de ébano” rescata una medalla más, entonces no estamos hablando de un proyecto deportivo, sino de un chiste.
Y como todo chiste del castrismo, se cuenta solo.