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MIENTRAS PROFESO

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Por René Fidel González ()
Santiago de Cuba.- En la tarde de ayer, a través de un agente policial, la Seguridad del Estado me citó, alegando el interés de entrevistarme.
El viernes pasado, un oficial de dicha institución había manifestado telefónicamente idéntico interés.
Nadie debe asombrarse de que esto ocurra. Aunque hemos normalizado perfectamente su existencia y presencia, ninguno de nosotros puede pretender ignorar que su misión ha sido vigilar y, de ser necesario, amenazar, la plenitud de nuestras libertades y derechos políticos más elementales.
A pesar de que en el año 2016 se me despojó ilegal y arbitrariamente de la condición de Profesor Titular de la Facultad de Derecho de la Universidad de Oriente, y se me prohibió para siempre ser docente universitario en Cuba, yo no soy otra cosa que un profesor. Eso hago, profeso lo que creo.
Nadie en Cuba tiene un problema de comunicación con esta institución del poder para ser citado a una entrevista.
El problema que tenemos realmente es uno que daña, lacera y lastra a la decadencia a nuestra sociedad.
Lo ha hecho durante generaciones y continúa haciéndolo como una maldición contra las libertades y los derechos de los cubanos y la esperanza del respeto al otro.
Es un problema de exclusión, discriminación, persecución y castigo por motivos políticos, que ha sido instaurado, jerarquizado e instrumentalizado contra los ciudadanos en nuestras leyes e instituciones públicas, en nuestra cultura política y los valores, pero cuya causa está en el ejercicio sin límites del poder, en el hábito y la voluntad de despreciar, degradar y anular la igualdad política de los ciudadanos, y a lo que es esencial y concierne a la dignidad de las personas.
Tal peligro pende y, eventualmente, puede caer sobre cualquiera de nosotros, de nuestros hijos y nietos, pero representa un tráfico deliberado y constante de violencia, acoso y miedo que pervierte la vida cotidiana y nuestras relaciones sociales en la misma medida que interfiere en los proyectos de vida de los cubanos.
Bastarían los cientos de compatriotas que cumplen elevadas e injustas sanciones por motivos políticos después de creer que se respetaría la Constitución recién aprobada o la marca de tristeza y esperanza que hacen cientos de miles de cubanos en los mapas del mundo cuando se marchan o sueñan con irse de su patria, para constatar lo insidioso del mal que nos hacen premeditadamente.
No se ha descartado ningún medio para decirlo al Gobierno, ni se ha ahorrado en nobleza y confianza para perdonar, dejar atrás y sanar cada atropello y acto de mezquindad y maldad, y sin embargo, una y otra vez, hemos sido defraudados. A cambio de nuestra bondad y rectitud, del sacrificio de la única vida que tenemos, hemos recibido la hipocresía, la mentira, el odio y lo que es ya, definitivamente, traición.
Ustedes han creído que nuestra paciencia ha sido una capacidad para esperar infinitamente, no es cierto. Nuestra paciencia ha sido siempre la forma en que nos hemos comportado mientras esperábamos que ustedes hicieran lo único que merecemos: respeto.
Ojalá que no cometan el mismo error con nuestra serenidad, que será el comportamiento de los que decidan que llegó la hora de conquistarlo.
VIDEO: los ancianos cubanos se alimentan de la basura | ADN Cuba
A finales de la semana pasada no supe cómo explicarle a la menor de mis hijos el por qué un hombre comía sobras en el basural. Le escribí al Presidente de Cuba: (…) «Para ella es inadmisible y su país de niña es muy pequeño para mi vergüenza».
Se debería saber ya en Cuba que ser ciudadano no produce lo mismo, que la represión y el miedo no van a detener para siempre la indignación que crean, menos ahora que el empobrecimiento más brutal y definitivo, es el tributo final que se le exige a la mayoría de los cubanos para que una minoría siga viviendo a salvo de las consecuencias de sus decisiones.
No hay nada de que hablar. Conocemos que harán lo único que saben hacer, pero quizás vuestro desprecio y opresión acaben por lograr que hagamos lo que no hemos hecho aún.

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