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Por Gretell Lobelle ()
Mantilla.- Rafael no me fue amable en lo concreto y objetivo. En lo espiritual, fue el último coletazo de Plutón en su salida de Capricornio. Uno cree que tiene las herramientas y los recursos para sostenerlo todo, pero un octubre-noviembre adverso te enfrenta a la certeza absoluta de que no estamos en control cuando se trata del universo y la naturaleza.
Gabriela fue mi gran compañía: sabia, presente, maestra y sostén en la retahíla de miserias que llegaron de golpe. Creer que había cosas trascendidas que podía manejar fue un exceso de ego y control. Abracé la energía femenina, porque el universo te quiebra como recordatorio de ese equilibrio, mostrándote frágil y recordándote que eres parte de esa fuente primaria desde la cual puedes despojarte de todas esas capas y gritarle: ¡soy humana!
Un apagón cortó toda comunicación y, después, por decisión personal, me apagué. Las noticias y las imágenes de tanta gente dañada me tiraron dos días en cama ante la realidad de no poder hacer más. Rafael llegó en un momento en que yo no tenía energías, con una tristeza dolorosa, y fue revelador; tuve que sostenerme.
En este tiempo, ha sido una enseñanza durísima entender que la gente anda aturdida y atrapada en sus propios enredos. Cuando logras ver con desapego estás totalmente presente y alineada. Las veces que he pasado por aquí ves los mismos temas recurrentes, las elecciones en EE. UU., los antagonismos, la gente atrapada en patrones cíclicos que no aportan evolución ninguna como colectivo humano.
Me he visto ante el acto de juzgar ausencias, esperando una palabra amable del cercano y he podido reconocer mi ego y la trampa que me tiende. El desapego consiste en no esperar, en confrontar la emoción. Estoy abrazando mis sombras, y lo digo desde mi propio reconocimiento. Es muy personal el trabajo de identificar tus mierdas. Cuesta arañar esa zona profunda propia. Es doloroso. La mayoría lo evade. Solo es posible transitar desde el amor propio, amable, esa oscuridad.
Se que parecerá de locos pero he sentido la energía del amor. Me he entregado a la fragilidad. Me he entregado a la sorpresa en esos «buenos días», «¿oye, todo bien por allá que no te veo?» «Buenos días, porque se que los tendrás», que me devuelven una sensación hermosa, humana y me reinicia, porque es necesario romper ese patrón de falsa fortaleza; hay que abrazar el merecimiento. Yo merezco.