Enter your email address below and subscribe to our newsletter

MIENTRAS ESTAMOS JUNTOS

Comparte esta noticia

Por P. Alberto Reyes ()

(A propósito del XVI Domingo del Tiempo Ordinario)

Evangelio: Marcos 6, 30 – 34

Camagüey.- Dios no sólo actúa sino que tiene un modo de actuar, y su modo es el del pastor. El pastor siempre está, y desde su estar, hace todo lo demás: acompaña, ayuda, alienta, protege, defiende, advierte, regaña…

Dios nos ha colocado en medio de otros, a los cuales nos ha encargado pastorear. Continuamente tenemos la oportunidad de tocar la vida de hijos, nietos, esposo, esposa, padres, amigos, conocidos que, obviamente, pueden vivir sin nosotros, pero cuya vida no será igual sin nosotros.

¿Cómo se ejerce el rol de pastor hacia esas personas que pueblan nuestra cotidianidad?

Lo primero, rezando por ellas, y lo segundo, estando, física y atentamente. Garantizado esto, puede venir todo lo demás: cuidar, proteger, ayudar, aconsejar, regañar…

La ecuación de la vida no es lograr resolver la mayor cantidad de cosas posibles en el día mientras, en medio de esa actividad, vemos como encontrar tiempo para estar un poco con los que nos rodean. Es al revés: el día está hecho para vivirlo en clave de encuentro con los demás, mientras vemos cómo ir solucionando todo lo que necesitamos resolver.

Por otra parte, es necesario comprender que hemos desarrollado una obsesión con «aprovechar el tiempo», y este «aprovechar el tiempo» lo entendemos como hacer en el día el mayor número de cosas posibles. Estar, serenamente, con los demás, incluso con nuestras familias, es visto a veces como tiempo perdido, como no hacer nada mientras tenemos tantas cosas pendientes.

Hay familias, por ejemplo, que ni se sientan juntas a la mesa, porque “si me siento con los míos a la mesa me pierdo el fútbol, o la novela, o se me reduce el tiempo de chateo con los que no están delante de mí”. Hay familias que sí se sientan juntos a la mesa, pero eso que llamamos la sobremesa, ese tiempo delicioso y reconfortante, ese momento en el cual podemos incluso diagnosticar todo lo que va bien y mal en nuestra familia, ese tiempo se ve muchas veces como pérdida.

Uno de los secretos del pastor es fomentar los tiempos de vagancia y amistad, esos momentos en los que, simplemente, se busca estar, acompañar gratuitamente, disfrutar del otro y dejar que el otro nos disfrute, para crear la base sobre la cual puedan crecer, luego, el diálogo profundo, la confianza en las dudas, el abrazo necesario, las lágrimas inevitables…

No olvidemos que un día nada de esto podrá ya ser: ni estar, ni abrazarte, ni acompañarte, ni enjugar tus lágrimas porque emigraste, porque te mudaste lejos, porque moriste Estamos aquí de paso, y podemos acompañarnos mientras estamos juntos, pero no siempre estaremos juntos.

Hay personas que al morir, son llorados amargamente, desde el dolor más profundo, y son puestos en el sitio más selecto de los recuerdos, porque en medio de todo lo que la vida les pidió, supieron estar, supieron mirarnos, escucharnos, abrazarnos supieron darnos, tantas veces, los tiempos benditos de vagancia y amistad.

Deja un comentario