Por Ulises Toirac ()
La Habana.- El disenso, opinar y pensar diferente, incluso en contra, es tan humano que está declarado un derecho humano, según el Artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada en Asamblea General de la ONU en París, el 10 de Diciembre de 1948.
El ser humano en su individualidad, transita durante su vida por eventos y situaciones únicas, con un cerebro único y todo ello le hace ver la realidad de una manera única. No hay dos individuos que perciban un fenómeno idénticamente, aún cuando hayan llevado vidas paralelas muy cercanas. Es imposible.
Toda esta «muela preambúlica» viene por la publicación reciente en Cuba de leyes que, en su conjunto, y a fuerza contra la propia Constitución y contra la natural manera de pensar de cualquier ciudadano, castiga la opinión individual y su expresión publica, si no cumple los requisitos de una adherencia total a lo que decida el gobierno.

No es la primera vez que digo (yo o cualquiera) que nunca un proyecto es más sólido, coherente y de vanguardia, que cuando garantiza la presencia, los pensamientos y las necesidades de la mayor cantidad de las personas que involucra. No es unidad la obligación de acatar. No es firmeza el pensamiento único. No hay nada más endeble, injusto y absurdo que proclamar «cerrar filas», cuando en realidad se obliga a formación y se convierte en delito diferir.
Las oleadas de correligionarios en estampida, la precaria (diría desastrosa) situación económica, la pérdida absoluta de lo que en otro día fueron logros fabricados para publicar al mundo sin tener en cuenta lo que significaban en términos de economía, un desarraigo que va desde la familia hasta la nación, pasando por ética, cultura, educación, principios y moral, necesitan no mirar afuera para hallar culpables a los cuales nunca podrán obligar a hacer lo que sería más conveniente, sino a emprender una batalla por la sobrevivencia, no de un sistema u otro, sino de la Nación misma, con la participación de todos.
Se requiere de todos. Absolutamente de todos. La inteligencia colectiva es lo más poderoso que mueve el mundo.
Son tantas las prohibiciones que se han proclamado que tendrían que eliminar las votaciones, porque el solo hecho de decir «¿a favor?» puede ser motivo de juicio cuando se sobreentiende que todos tienen que estar a favor.
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