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LA METAMORFOSIS DE LAS FRAZADAS DE PISO

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Por Arnoldo Fernández ()
Contramaestre.- Cuando se acerca la nieve de la vida, el hombre tiene uno que otro sueño por cumplir todavía. El día que renuncia a ese sueño es porque reconoce el fin de su historia personal.
Aún, a pesar de las circunstancias adversas que vivo, me niego a echar por la borda mis últimos sueños. No quisiera cerrar los ojos y pasar a la eternidad sin haberlos vivido antes. No quisiera postergarlos indefinidamente esperando días mejores. No quisiera aceptar que es imposible cumplirlos.
De niño, mi padre me enseñó el amor por la lectura. Un día crecí y tuve el sueño de escribir libros y ver a las personas leerlos apasionadamente en un parque, una esquina, una biblioteca o en su propia casa.
Logré, en parte, ver realizado ese sueño, lo disfruté muchísimo, digo en parte porque un buen día llegaron a mi pueblo las ferias del libro y entonces supe el valor de presentar lo que escribes a la gente que son como tú, esos días fueron los mejores de mi vida; pero las ferias se fueron, así que presentar uno de tus libros a la gente del terruño, a los que aman la lectura de verdad, se convirtió en algo muy difícil de conquistar.
Después llegaron varios libros míos y tuve que apreciarlos en Amazon, celebrarlos en la distancia, sin los lectores habituales de la patria chica.
El libro en mi pueblo, como ritual social, es víctima de los tiempos; duele profundamente aceptarlo.
Un amigo dice que uno debe hacer sus propias presentaciones, no esperar el milagro de una feria, una peña, o un evento, para celebrar un libro publicado, y tal vez tenga razón, pero cuesta lograrlo, porque cuando publicas fuera, tus libros no llegan al terruño, así que los tuyos no pueden leerte si no eres generoso con ellos.
En unos días se publicará mi último libro, y otra vez siento muchísimo que mi gente no pueda leerlo, así que mi sueño ahora es organizar una presentación en un lugar discreto, tal vez en el campo, con mis lectores, tomarnos un té, un café, escuchar auténtica música cubana, vendérselo en la moneda de mi país; sólo tengo que encontrar amor y manos tendidas para hacerlo posible, ojalá y no me falten.