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Mets: 340 millones para ver la postemporada desde el sofá

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Por Robert Prat ()

Miami.- Los Mets de Nueva York acaban de escribir uno de los capítulos más absurdos y costosos del baseball moderno: la temporada 2025 será recordada como el experimento fallido de un equipo que, teniéndolo todo en la papelera, terminó con las manos vacías.

Imaginen la escena: un plantel valorado en 341 millones de dólares – un salario solo superado por los Dodgers –, la contratación más cara de la historia del deporte profesional (los 765 millones de Juan Soto), y sin embargo, el último día de la temporada regular, perdieron 4-0 contra unos Marlins que actuaron como el portero de una fiesta a la que no estaban invitados.

Gastaron como un magnate en noche de juerga, pero se quedaron sin baile cuando la música paró. Es la tragicomedia perfecta: mucho ruido, millones de dólares, y ninguna postemporada.

Lo más cruel de esta debacle es que durante 174 de los 186 días de la temporada, los Mets estuvieron en posición de clasificación. En junio, lucían un récord de 45-25, el mejor de las mayores -justo cuando Juan Soto no producía-, y parecían destinados a algo grande.

Pero el equipo se desinfló con una lentitud agonizante, como un globo con un agujero minúsculo, y terminaron con un récord de 83-79, el mismo que los Reds de Cincinnati, pero sin el pase al octubrebeisbol por perder el desempate particular.

Se convirtieron así en solo el tercer equipo en la historia de la MLB en empezar 45-24 o mejor y fallar los playoffs, uniéndose a los Red Sox de 2002 y los Mariners de 2003. La promesa se convirtió en puro humo.

El dinero no compra títulos

En el corazón de este fracaso hay una contradicción que duele: la nómina. El contrato faraónico de Juan Soto (765 millones a 15 años) fue la joya de una corona llena de piedras preciosas: Francisco Lindor (341 millones)Brandon Nimmo (162 millones), y una retahíla de pitchers como Sean Manaea o Clay Holmes por decenas de millones más.

El propietario Steve Cohen, el hombre que prometió incomodarse para lograr algo increíble, ha llevado la nómina del equipo a niveles estratosféricos durante tres temporadas consecutivas. Pero el baseball ha demostrado, una vez más, que el dinero puede comprar estrellas, pero no puede comprar química, ni garra, ni la capacidad de ganar cuando realmente importa.

Y entonces, ¿qué pasó con Juan Soto? El slugger llegó como el mesías que cambiaría la suerte de la franquicia, con un OPS+ de 160 que lo coloca en la octava posición histórica entre los jugadores hasta los 25 años. Sin embargo, ni su talento generacional – comparable al de leyendas como Mickey Mantle o Mike Trout – fue suficiente para evitar el naufragio colectivo.

Su bate no pudo compensar una rotación de pitchers que, a pesar de las inversiones, mostró profundas debilidades en la recta final.

La lección es cruda: en un deporte de equipo, ni el mejor jugador del mundo puede cargar sobre sus espaldas las expectativas de 340 millones de dólares.

Una lección de humildad forrada en billetes

Ahora, el futuro se presenta lleno de preguntas incómodas e inversiones aún más cuantiosas. La hoja de ruta financiera es descomunal: Soto cobrará 51.9 millones anuales hasta 2039, Lindor 34.1 millones hasta 2031, y Nimmo 20.5 millones hasta 2030. ¿Cómo se construye un equipo ganador alrededor de estos monstruosos contratos, cumpliendo con las reglas de luxury tax, sin acabar otra vez en la mediocridad?

La paciencia de los aficionados, que celebraron con euforia el fichaje de Soto, puede empezar a agotarse. La directiva se juega su credibilidad en los próximos movimientos.

Al final, los Mets de 2025 serán el recordatorio eterno de que en el baseball, como en la vida, el dinero es una herramienta, no un plan. Steve Cohen compró las mejores piezas del mercado, pero el puzle no encajó.

La temporada termina con la imagen de un equipo que gastó más que nadie para, en el partido definitivo, no poder anotar una sola carrera. Un silencio carísimo. Una lección de humildad forrada en billetes. Ahora toca preguntarse no cuánto más se puede gastar, sino en qué, y cómo construir algo que, cuando llegue septiembre, no se desvanezca como un espejismo.

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