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El anunciado cierre de Martí Noticias, como toda abrupta decisión, ha consternado a sus trabajadores y a cubanos que vieron en la salida al aire de Radio Casualidad una luz de esperanza y complemento a las emisiones de la Voz de las Américas, pero la vida demostró que ambas herramientas resultaron fallidas para derribar al comunismo que -como todo totalitarismo- ancla su poder en varias perversiones; incluidos la pobreza y el predominio de un discurso único y represión feroz.

Radio Martí sirvió a los cubanos deseosos de otras voces para conocer las peripecias de la guerra en Angola, disfrutar de un enfoque más plural en el tratamiento de la información, asistir a la conmovedora universidad del aire, que abordó la República con acierto y de telenovelas que hicieron zafra en el alma de un pueblo saturado de consignas y compromisos ajenos a su voluntad; pero luego sus responsables no supieron evolucionar, dotando al proyecto de la energía necesaria para convertirse en una alternativa real a la prensa castrista.

Uno de los principales problemas de los medios alternativos a la prensa estatal cubana es que están privados de su audiencia natural y no siempre consiguen sintonizar con los sentimientos, aunque sean pasajeros, de un pueblo machacado por 66 años de trituradora verde oliva. Desde hace muchos años, los cubanos -incluida una porción de quienes aún fingen- saben que el castrismo fue una apuesta fallida; como todo proyecto basado en ceder la independencia y la soberanía a un proveedor externo y sujeto al ego de un hombre pródigo que los sometió con un sistema teológico, que fue su principal referencia emocional y ontológica.

En Martí Noticias encontraron acomodos exiliados cubanos con mayor, mediano, pequeño y nulo talentos, pero como toda idea en manos de cubiches, devino en una mezcla del ideal estadounidense de desgastar a la dictadura más vieja de Occidente con el vicio criollo de ponderar el amiguismo y la sumisión, más o menos simulada, por encima de la virtud profesional.

La fórmula era cómoda para todos los encartados porque mientras unos cobraban del erario público made in USA, los sucesivos gobiernos mantenían su compromiso con la libertad de Cuba, que sigue siendo quimera.

Donald Trump y su equipo no son políticos tradicionales, ni siquiera es un republicano; y decidió cortar por lo sano una sangría de miles de millones de dólares del contribuyente que apenas se han notado en la articulación de una prensa moderna, ágil y eficaz y que se ha contaminado con el delirio desiderativo de muchos cubanos, que suelen suplantar a triste realidad con entusiasmo baldío que los sume en la melancolía.

Antes de los recortes de Trump al sistema de mantenimiento de una burocracia ineficaz, muchos cubanos creyeron que anunciaría una invasión a La Habana y posterior traspaso de las riendas a un comité de notables que llevan años arando en el mar; por tanto las reacciones de dolor y condolencias no se han hecho esperar, como si Estados Unidos tuviera que resolver los problemas de Cuba; presa de una circunstancia horrible, gobierno y oposición están igualados en incapacidad para alumbrar una nación plural al servicio de todos.

Por si fuera poco, de los cuantiosos fondos empleados en la construcción y mantenimiento de una oposición y prensa democráticas, la menor parte fue la que llegó a la asediada oposición y prensa interna; es decir, en muchos casos, la fórmula empleada fue castrista, los líderes en el extranjero con sueldos del primer mundo y quienes viven dentro de la jaula con el león, con paguitas de servidumbre.

Para agravar los males, un sector de la neoposición barroca y sorosiana, se puso a copiar descaradamente postulados socialistoides y políticamente correctos; ajenos a la urgencia cubana, que aún recuerda el modelo republicano plural, próspero e injusto, pero anhelado ante la agonía actual, que data de 1989, cuando se acabó el pan de piquitos made in URSS.

El suplantar realidades con maquillajes buenistas es uno de los peores errores políticos contemporáneos, pero aún así, todavía hay quien se sorprende de los resultados electorales de Trump o Milei; por ejemplo. Esta debilidad es aprovechada por la dictadura para intentar establecer buenos y malos entre la oposición y los supuestos buenos están felices con la distinción porque no desean que los confundan con esa otra gente; como suelen referirse a una parte de sus compatriotas. Decencia sí, hipocresía, no; ya hay saturación de poses y liderazgos pasajeros.

Toda crisis, incluso derrota, es una oportunidad para los cubanos que sueñan con una patria democrática, justa y, sin los excesos que siempre provoca el dinero público, esta puede ser la hora de los descendientes de la vieja sacarocracia, de los empresarios que han construido su fortuna en el exilio y de figuras prominentes de los ámbitos deportivos y culturales, con cuentas saneadas. Cuba aborrece los discursos reiterativos y las poses de figuras y desea gestos contundentes y claros.

Para comer pescado hay que mojarse el culo y no debe seguir posponiéndose el ideal democrático cubano, asumiendo que un estado extranjero asumirá el coste de la democratización de Cuba o con ecuaciones que cazan mal con la geopolítica real, es decir, si cae Maduro detrás caerá el tardocastrismo, porque ya pasó en los años 90 del siglo pasado, cuando cubanos prominentes del exilio creyeron que, caído el Muro de Berlín, la entrada en La Habana era cuestión de días; desconociendo que la revolución cubana no la hizo el Ejército Rojo, sino que fue el resultado de un esfuerzo colectivo plural, de gran generosidad y eficacia, que luego Castro degeneró en el ángel exterminador.

Si cada cubano emigrado y persuadido de democratizar a Cuba aportara cinco dólares mensuales, podría crearse la base económica de una insurrección democrática, sin dependencias extranjeras y presidida por la racionalidad, Cuba es país pequeño, y los diferentes sistemas de financiación foráneos sostenían demasiadas plataformas políticas y medios de comunicación; obligados a repetirse una y otra vez porque los espacios políticos y comunicacionales deben responder a la dimensión y peso real de la nación y no a las fantasías de aquellos que juegan con pólvora ajena.

Por tanto, aquellos lugartenientes de proyectos truncados deberían acogerse a la prudencia y sustituir el lloriqueo mendicante por un nuevo estilo, sobre todo, por su salud, no vaya a ser que a Elon Musk le dé por auditar cuentas y afloren contabilidades y mañas de patriotas de ojalata (no es una errata) es un guiño a la pasión desiderativa -¡ojalá- de unos y otros actores de la cubanidad.

Y tampoco deben usarse el tremendismo insular sobre la aparente paradoja de que Trump sea -inesperadamente- el mejor aliado posible de la tiranía cubana al cortar de cuajo el despilfarro por la libertad que sigue sin llegar; todos aquellos conmovidos junto al tronco de la Siguaraya, deberían cuestionar cómo ha sido imposible derrotar a la tiranía, contando con abundantes recursos para desalojarla del poder.

Mientras la oposición cubana y la prensa que la acompaña no asuma que Cuba es un drama de los cubanos y que las naciones democráticas pueden ser buenos compañeros de viaje tácticos, pero no estratégicos, la democracia seguirá siendo sueño postergado; asi que llegó la hora de terca realidad y de sustituir horas de vuelo a Bruselas, Ginebra y Washington para hacerse la foto con el mandarín de turno y ponerse al lado de los cubanos que sufren, escucharlos sin intentar manipular sus criterios ni ganarlos para grupitos sectarios con una miopía politica galopante.

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