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LUISITO COMUNICA Y EL TURISMO DE LA MISERIA

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Por Oscar Durán

La Habana.- El youtuber mexicano Luisito Comunica vino a Cuba. Sí, ese mismo muchacho que tiene más millones de suscriptores que neuronas preocupadas por el contexto de lo que filma. Aterrizó en La Habana con su cámara en mano, su sonrisita de influencer globalizado, y una idea ya preconcebida de lo que iba a contar: la Cuba que duele, pero que entretiene; la Cuba rota que rinde clicks.

Eso no lo vio venir el régimen. Luisito los cogió para sus cosas. ¿Qué pensaron ellos? Ahora viene Luisito, habla bien de Cuba y nos sube un poco el turismo que lo tenemos por el piso. Nada de eso. Por ahí anda El Necio muy molesto. Ya vio el video y decidió irse por la tangente: «Luisito Comunica puede venir a Cuba y hablar mal de Cuba con total libertad. Pero no puede ir a Miami a hablar bien de Cuba. Allá sí hay una dictadura». Después de alabar en su momento la visita del comunicador mexicano, ahora sale con esto.

Lo cierto en todo esto es que Luisito dedicó su video a mostrar calles carcomidas por los años, tiendas sin nada, testimonios desgastados de gente noble que lo recibió con más cortesía de la que merece un turista de la miseria. Dijo que “la vida en Cuba es difícil” como si acabara de descubrir el fuego. Grabó la escasez con el mismo tono con el que otros muestran un festival callejero en Kioto o una playa en Croacia. La miseria, como postal exótica.

Luisito no miente, pero tampoco dice la verdad completa. Habla de lo que ve, pero no de por qué lo ve. Nunca menciona que el desabastecimiento tiene responsables con nombres, apellidos y cargos en el Comité Central. No habla del Partido, ni de la Seguridad del Estado, ni de los más de mil presos políticos que hay por hablar de lo mismo que él muestra con su GoPro desde la comodidad del anonimato pasajero.

No es nuevo. En 2019 ya lo criticaron por posar como idiota en Chernóbil. En 2024 lo detuvieron por grabar sin permiso en Santo Domingo. El tipo tiene un récord de venir, grabar y salir corriendo antes que alguien le pregunte: “¿tú de qué lado estás?”. En Cuba hizo lo mismo. Llegó, filmó, editó con musiquita dramática y se largó con su bitácora de lo terrible. Y millones lo aplaudieron.

A muchos cubanos les pareció una hazaña. Lo llamaron valiente. “Gracias, Luisito, por mostrar la verdad”. ¿Qué verdad? La del lente que ve lo feo pero no el por qué es feo. Esa es la diferencia entre el periodismo de fondo y el turismo informativo. El primero incomoda al poder; el segundo, lo maquilla con likes.

No es que Luisito haya venido a hacer propaganda al régimen. No hace falta. Basta con que no diga lo que debe decir. Basta con que presente el desastre como si fuera una tragedia sin culpables, como si el hambre en Cuba fuera producto del clima o de una maldición bíblica y no de una dictadura enquistada hace más de seis décadas.

La visita de Luisito Comunica es el ejemplo perfecto de cómo la miseria puede ser empaquetada como contenido viral. En vez de encender alarmas, genera entretenimiento. Mientras él cobra sus ingresos por monetización, los entrevistados siguen buscando pan en la cola del pan. Él se va. Nosotros nos quedamos.

Y no, esto no va contra el derecho a documentar. Va contra la forma en que lo haces, va contra la irresponsabilidad de mostrar sin explicar, de editar sin contextualizar, de filmar la herida sin mencionar al verdugo.

Luisito vino, vio y venció… en visitas. Pero perdió en profundidad. Y lo peor es que muchos piensan que nos ayudó.

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