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LOS PECADOS DE MI NIÑEZ

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Por Esteban Fernández Roig

Miami.- De muchacho, me encantaba la “Primera dama” Mary Tarrero, de Carlos Prío. Pero, un domingo de Ramos -increíblemente- asistí al padre José Ramón Rodríguez como “monaguillo”, lo escuché decir que “uno de los 10 Sagrados Mandamientos era: “No desearás la mujer de tu prójimo” y sentí mucha pena con el presidente cordial.

Estuve consciente de que eso perjudicaría mi carrera sacerdotal, mi entrada triunfante en el Vaticano y mi futura canonización como actualmente ustedes fervientemente desean…

Seguí pecando: era un fiñe que le gustaban los Tomeguines del Pinar, tanto así que todavía considero que “el Tomeguín debe ser el ave nacional y representativo de Cuba” en lugar del bello Tocororo al nunca he visto en mi vida. Sin embargo, pequé yendo al monte a cazarlos y enjaularlos.

Consideraba al gallo fino “el animal más bello y guapo del mundo”, el cual, ensangrentado, herido de muerte, tirado en el suelo, tuerto, sigue peleando. No me gustaban las peleas de gallos, pero me contradecía muchas veces y en lugar de ir a la “Parroquia de San Julián de La Villa ”, me iba a la Valla “La Guajira”, de Francisco Vila.

Cometía “Gula” empachándome de ajiaco, y de arroz con pollo. Mientras tanto, me olvidaba de que “los niños no tenían que comer en África ” y le hacía muecas al quimbombó, al apio y a la remolacha.

Un aciago día le grité irritado a la maestra Mercedes Carrión por el odioso ruido que hacía cuando escribía con una tiza en la pizarra del “Colegio Kate Plumer Bryan Memorial”… Y como premio, recibí un buen reglazo en la cocorotina.

Gozaba extraordinariamente los 15 minutos diarios que dedicaba a ver por la televisión a Rafael “Felo” Bacallao bailando Chachachá… Y acto seguido, de pronto, lo traicioné prefiriendo bailar el rocanrol de “Bill Haley y sus cometas”…

Me divertía con Gaby Fofó y Milike, con Emilo Ruiz “el chino Wong”, y con José Sanabria, “el viejito Chi chi”… No obstante, “pecadoramente” cambiaba el canal para ver a Blanquita Amaro bailando en traje de rumbera”…

Odié que un muchacho gritara “¡Arrebato!” Y se robara mis canicas. Pero, me satisfizo muchísimo que le caí atrás por una cuadra con un palo en mis manos para partirle la crisma.

Adoré mi bicicleta que tan buenos beneficios me brindaba y “traicioneramente” la detesté el día en que bajando a toda velocidad La Loma de Candela me destoleté y me partí el brazo.

Me gustaba la niñita flaquita de enfrente, sin embargo, me molestaba que siendo “mi novia” nunca se enterara de ese noviazgo.

Era un muchachito bueno que disfrutaba de las procesiones, los carnavales, las carrozas, las serpentinas, aunque cometí el pecado de -con 16 años- visitar La Habana a la calle Pajarito, en el Barrio La Victoria .

Bonachonamente creí que todas las mujeres eran bellas, me encantaba el “Pollo de la Semana” de la Revista Bohemia, ver en la televisión a Marta Veliz “La Meneito” anunciando La Cerveza Cristal. Pero cometí el sacrilegio de encontrar horrible a “Vitola la que se defiende sola”…

Me endemoniaba violentamente cuando perdía el “Club Almendares” y el reverendo David Achón me regañó diciendome que la ira forma parte de los pecados capitales…

Tremendo placer me daba observar a mi padre lanzando bocanadas de humo de su sempiterno tabaco Pita, y no me compadecía minutos más tarde cuando veía a mi madre barriendo la ceniza en el suelo sonriente y sin protestar… Perdóname Dios mío, y perdóname, mami…

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