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Los Palos

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Por Ulises Toirac ()

La habana.- Uno de mis «grandes trabajos» de hoy consistió en reponer y reparar los palos de la escoba y el haragán, que decidieron irse de servicio casi al unísono. Así que tuve que meter buena infantería porque por la covacha no hay venduta de ese tipo.

Finalmente, en 29 y 42 encontré una tiendita particular, frente al Banco (infestao de cola, tusabe) que hay allí. Dos mujeres maduras atienden aquello.

—Ya sé que venden haraganes y escobas, pa serles franco lo que necesito es un par de palos —dije después de los saludos y los «¡mira quién….!»

Una de ellas, sin pensarlo mucho, respondió:

—A mi en la vida real solo me quedan dos palos.

—Triste vida la tuya —dije rápidamente con mirada de estar jodiendo y las dos a partirse de la risa. No podían articular palabra.

Tratando de aguantar, la que me había hablado fue a la trastienda y trajo dos palos tremendos, de madera. Pesan pero se ven sólidos. Me fije en la punta con rosca. Ya ese perro me ha mordido.

—¿Esa rosca sirve con todos?

Y a aquella mujer, no bastándole el primer derrumbe, le quitó otra columna al portal:

—Tengo perilla pero se venden aparte.

Ya yo no pude más. Solo abrí los brazos y se volvió a destimbalar la seriedad. Algunas personas que estaban en la acera, haciendo la cola para el Banco, sofocados de la risa no se perdían los pormenores de la «compra».

—Se dice «adaptadores», mami, que la cosa está grave pa hablar así to rega’o.

—¡Eso mismo! ¡Tu me entendiste!

—No, la verdad es que no sé si te entendí… ¿Y cuánto valen?

—La perilla cuesta casi lo que el palo —fue su respuesta.

Y ya yo no pude más, salí al borde de la acera y me puse a vocear:

—¡Tienda para articulos de sexo! ¡Pasen señores pasen, que si no se llevan el suyo, por lo menos le calientan los motores!

¡Y luego dicen que el jodedor soy yo!

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