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LOS INVENTARIOS

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Por Esteban Fernández Roig Jr.

Miami.- Para poder salir de Cuba antecedía ir a la jefatura de policía y presentar toda la documentación requerida: visa, pasaporte, etc.

Pero dar ese paso era prácticamente meterse en “la boca del lobo”, y auto declararse enemigo de la revolución.

Acto seguido, los esbirros se presentaban en el hogar de los que intentaban salir y realizaban un bochornoso inventario. Anotaban detalladamente todo lo que había en la casa, desde un televisor hasta un tibor, vajillas, cuchillos, platos y tenedores.

Ni cortos ni perezosos -en la víspera de abandonar el país- las pirañas fidelistas regresaban. Todo tenía que estar ahí, de lo contrario les suspendían el viaje.

Era un robo autorizado, auspiciado y abusivo. La asquerosa revolución -a través de sus aves de rapiña – lo incautaba todo, hasta un cenicero, unas copas de Baccarat. Robaban casas, autos, y cuando la mansión era confiscada, para ahí se mudaba un comandante.

Al amigo de mi padre, Labastilla, le hicieron un inventario en su lujosa residencia en la playa de Tarará. Al salir de Cuba, para ahí se mudó el sanguinario Ernesto “Che” Guevara.

Para irse, había que dejar todo atrás, y al salir solo se podía llevar dos mudas de ropa, un par de zapatos puestos, dos pares de medias y dos calzoncillos.

Pero, al final de la jornada, se defecaron fuera del tibor. Sólo lograron una nación depauperada y destruida. Mientras tanto, los milicianos que hicieron los inventarios -viejos y desechados- unos se están comiendo un cable, otros brincaron el charco y en este momento hacen los mandados en Sedanos.

Y hoy se encuentran vendiendo y rentándoles al mejor postor las casas robadas.

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