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Por Manuel Viera ()

La Habana. – En la tarde de ayer caminaba por la Avenida 19, en Playa. Entré a varios negocios y me percaté de que había una especie de operativo. Había dúos de inspectores poniendo multas en varios establecimientos.

El 100% de esos lugares eran privados. Ningún inspector en la bodega, en la panandería, en el círculo infantil, en la escuela primaria.

En sus uniformes se leía, en letras grandes: «INSPECTOR INTEGRAL». Ninguno preguntó por el basurero de la esquina, ninguno por el hueco en la avenida, por el agua que corría por las calles o por la fosa que se desborda hace un mes.

Tampoco por qué la puerta del baño de una primaria es un saco de yute.

Ninguno fue a multar a Comunales, a Aguas de La Habana o al gobierno municipal.

Pareciera que la economía se fuera a recuperar de esta manera: persiguiendo precios visibles, códigos QR o que la «mosquita juguetona» no entre al establecimiento.

El objetivo a controlar, regular, reprimir, combatir es el emprendimiento. El enemigo es claramente la propiedad privada, esa que hoy mueve prácticamente toda la economía doméstica en Cuba.

Esa es la fórmula. ¡Es con eso con lo que piensan fomentar el comercio, arreglar la economía!

Mientras, lo verdaderamente importante sigue allí y parece eterno. Sigue allí sin controles ni inspecciones. Sigue allí sin multas: apestando, sucio, roto, horrendo, improductivo, feo, disfuncional.

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