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Por René Fidel González ()
Santiago de Cuba.- Lo que los tiene en estado de shock es que la resistencia a su brutal transición capitalista ha empezado cuando ya la creían extinguida. La creían desarticulada, atemorizada e incapaz de oponérseles.
Aún no entienden que no se trata de volver a pagar lo mismo por un servicio. Se trata de recuperar el control de nuestros destinos. También de detener sus actos mediocres, soberbios y mezquinos.
No logran entender – ni ellos, ni otros – que la radicalidad política descansa ahora sobre la identificación de la exclusión política -y económica- como la contradicción fundamental de la sociedad cubana. Esta contradicción es la causa real y eficiente del proceso de cambios que viene intentando cristalizarse. Esto ocurre a pesar de la represión, de la judicialización de la libertad y la protesta, de las cárceles y los presos políticos.
Tampoco que esa radicalidad llegará a convertirse en un diálogo social sobre el derecho de igualdad política de todos los cubanos. Además sobre la cancelación y proscripción del sistema político de la exclusión, de su cultura, prácticas y leyes.
Resulta ya inadmisible que en nuestro segundo siglo, el cubano noble y trabajador, tenga que vivir adocenado y obediente. Tiene que vivir pedigüeño y dependiente de otros en su dignidad, por no poder ser políticamente libre y sincero. Esto ocurre también por vivir con el temor de que se le excluya y castigue.
No es que algo cambió en Cuba en estos días, es que el cambio no se ha detenido. Necesitamos cambiar y porque sabemos lo que hay que cambiar.
No es que la esperanza encontrara otra puerta para entrar. Es que hemos estado construyendo la esperanza de la democracia, de la igualdad política, del ejercicio pleno y sereno de nuestros derechos y libertades. Así, Cuba y los cubanos, sus sueños y anhelos no serán nunca más las iniciales de lo imposible.
Lo que no entienden es que si aún nos llegan a vencer y acorralar una vez más, de todas formas los que están derrotados son ellos.