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Por Sergio Barbán Cardero ()
Miami.- Un enclave de libertad bajo protección de Estados Unidos podría encender la esperanza de millones de cubanos
La propuesta del empresario estadounidense Palmer Luckey, de construir una ciudad futurista llamada Liberty City en el territorio que hoy ocupa la Base Naval de Guantánamo, ha comenzado a encender una llama que parecía apagada en el corazón de millones de cubanos; la posibilidad real de volver a tener una patria libre, próspera y democrática, aunque sea en una franja reducida de tierra.
Lo que en otros contextos se catalogaría como una utopía tecnológica, para el exilio cubano y para muchos dentro de la isla se presenta como una oportunidad histórica, sin precedentes desde 1959. La idea no se basa en una ilusión, sino en realidades concretas. Guantánamo está bajo jurisdicción estadounidense, y por tanto, Estados Unidos puede permitir y proteger la construcción de una ciudad autónoma con gobierno y legislación propios, donde se promueva una economía de mercado, respeto a los derechos humanos y valores republicanos.
La clave está en entender que Liberty City no sería parte de Cuba ni parte de Estados Unidos, sino un territorio especial protegido por EE. UU., pero gobernado por cubanos desterrados, expulsados y exiliados, con participación también de la oposición democrática interna. Sería, en toda regla, un enclave de libertad dentro de la geografía cubana, el ejemplo práctico de lo que la isla entera podría llegar a ser sin dictadura ni comunismo.
Para que esta idea gane fuerza política y viabilidad real, es indispensable la creación de un movimiento articulado de cubanos en el exilio, junto a sectores democráticos de la oposición interna, que respalden el proyecto de Liberty City. Un movimiento plural, que deje atrás divisiones estériles y protagonismos, y que abrace esta posibilidad como un camino estratégico, no solo simbólico, hacia la reconstrucción nacional.
Este enclave no sería una «zona franca» cualquiera. Sería una «zona libre» de totalitarismo, con educación, salud, comercio y prensa libres; un modelo económico y social que funcione como vitrina para el resto del país. El mundo vería, en tiempo real, las diferencias entre una Cuba bajo control comunista y otra que florece bajo libertad y esfuerzo.
La legitimidad de este proyecto se fortalecería con la creación de un Gobierno en el Exilio, no como simulacro diplomático, sino como órgano legítimo de representación de millones de cubanos que fueron despojados de su tierra y sus derechos. Este gobierno tendría como misión principal gobernar Liberty City, servir de voz internacional de los cubanos sin voz, y representar una alternativa clara al régimen imperante.
No faltarán quienes se opongan. El régimen cubano lo considerará una amenaza directa. Algunos sectores políticos en EE. UU. temerán que esto complique las relaciones bilaterales. Pero lo cierto es que la legalidad está del lado de esta propuesta. Guantánamo no es territorio soberano de Cuba y Estados Unidos tiene plena autoridad para decidir su uso, dentro de los límites del derecho internacional.
La historia enseña que las grandes transformaciones suelen comenzar en pequeños espacios de libertad; un astillero en Gdansk, una plaza en Caracas, un muro en Berlín… ¿Y si para Cuba comenzaría en una ciudad llamada Liberty City?
Esta propuesta merece algo más que entusiasmo, merece acción organizada, liderazgo colectivo y visión estratégica. La patria no está perdida; espera ser reconstruida, piedra a piedra, idea a idea, derecho a derecho.