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LAVOE, ESAS ERRÁTICAS ASOCIACIONES

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Por Renay Chinea ()

Barcelona.- Esa extraña brizna, la metáfora, es inexplicable. Soy devoto —por ejemplo— de erráticas asociaciones como aquel momento en que el gran Héctor Lavoe, le dice a la jeba: «¡Tu amor es un periódico de ayer!».

Ayuda el hecho de que ya nadie lee los periódicos. Hace 20 años, en los pueblitos de Francia, me encantaba ir a los Café de la Plaza, a ver a los viejos con su café au lait, su croissant, y su Le Monde abierto, como un libro grande que los envolvía en un abrazo. Luego los tiempos se enrarecieron y nunca nadie más creyó. Se llegó a la convicción de que los diarios eran un abrazo abierto pero falso. Y siguen los caracoles al sol por las plazuelas de Francia, con su bollería y su café… pero sin fe. Y muchas veces lo físico, es movido por lo metafísico.

La metáfora para que sea efectiva, suele beber de ese doble añejamiento en los robles del ayer. «Tu amor es un periódico de ayer», viene a ser por tanto una redundancia de la inocencia. Como decir “Desierto del Sahara”, cuando en árabe sahara quiere decir “Desierto”.

Mis hijos se ríen de mí cuando no puedo encender la TV, muestra inexorable de que mi tiempo pasó. Como mi padre se reía el día que mi abuelo le contó de la primera vez que escuchó la radio… y le daba vueltas a ver dónde estaban escondidos los locutores. O cuando alguien se agachó, la primera vez que vio un automóvil en La Habana, para ver si encontraba dónde estaban escondidos los caballos.

Es la incredulidad. La narración de una historia funciona cuando se detiene placenteramente la rueda del Samsara de tu incredulidad. Lo dijo Coleridge.

La metáfora en cambio, te toma por asalto. Es una agujilla de acupuntura, que te asalta con delicadeza y cura —por hormigueo— el dolor. Es curativa. Por eso a veces se me va alguna metáfora para aliviar un dolor. O me veo enredado en esas disquisiciones cutres de la musica popular, donde un enamorado espera recostado en la vidriera, en las noches sin querellas por las calles de Pompeya… en un barrio al sur del sur. O sigo observando por el tiempo «el gato que está triste y azul»… que se yo.

Pero se que hay, en esa brizna… en ese refulgir una pátina de tiempo y amor amalgamado que hace al alma, morir y rejuvenecer

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