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LAS PRISIONES Y LOS PRESOS EN CUBA

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Por Anette Espinosa ()

La Habana.- La situación en las cárceles de Cuba es cada vez más alarmante. A las enfermedades habituales de las prisiones, como la sarna y la hambruna, se suman muchas otras y muchos presos tienen su vida en peligro, pero a los gobernantes no les interesa.

Las cárceles de Cuba son un caos. La población penal sobrepasa la capacidad establecida y los que están al frente de las mismas no solo se roban los alimentos que entran para los prisioneros, sino que los utilizan como esclavos, muchas veces para beneficio personal.

En las cárceles cubana se sobrevive porque los familiares que están fuera llevan sacos con comida una vez al mes. Jabas con pan tostado, galleta, leche condensada, bizcochos, azúcar, comprado todo a precio de oro fuera para que los de adentro no mueran.

En esa situación, el gobierno debería ser benévolo, pero de eso nada. Mientras más dura es la situación en las cárceles cubanas, más aprietan las fuerzas represivas, más comunes son las amenazas y más largas e injustas son las condenas.

Pero no las condenas para todo o para todos, sino, sobre todo, para aquellos que se posicionan contra el gobierno, que van por ahí criticando a la familia real, al presidente en ejercicio, al regordete del primer ministro, a los generales que se dan buena vida, pasando sobre leyes y disposiciones.

La dura vida en las prisiones

Si vivir fuera es complicado, no hay que ser muy listo para darse cuenta de que dentro es el infierno. A los presos le dan un líquido raro de desayuno. Luego, antes del mediodía les toca un arroz con gorgojos y un caldo de arroz o chícharo, con alguna vianda o algún simulacro de plato fuerte.

Ese almuerzo no se lo comen ni los cerdos del alcaide. Pero la intención es que quede malo, para que sobre y los puercos -los animales- tengan comida. Y luego, en la tarde, sobre las cuatro, llega la comida. Una comida rancia, mal cocinada, sin platos fuertes, con un arroz que no se lo come nadie y alguna sopa de algo que no parece comestible.

Los defensores de los derechos humanos en el mundo se quejan porque el presidente salvadoreño, Nayib Bukele, le recortó las raciones de pollo a los presos, sobre todo a los miembros de las peligrosas maras que aterrorizaron al país por años y que ahora están tras las rejas.

No he visto a nadie quejarse por la comida de los presos cubanos. Y los presos políticos, por ejemplo, no mataron a nadie, no son culpables de asesinatos, ni nada que lo parezca. Están allí porque le plantaron cara al gobierno y porque la tristemente célebre seguridad del Estado les inventó una causa.

Las cárceles cubanas son un infierno, como infernal es la policía, los que trabajan en el régimen penitenciario y fiscales, jueces y abogados, integrantes todos de un sistema corrupto que no tiene compasión a la hora de arrebatarle la libertad a un hombre, a pesar de saber que es el más preciado de los bienes.

Las víctimas del 11j

La mayoría de los inocentes encarcelados en 11 de julio de 2021 están presos aún. Las cárceles cubanas aún los ven amanecer cada día sin que nadie se digne a reclamar su libertad, salvo alguna madre, como Marta Perdomo, la progenitora de los hermanos Martín Perdomo, dos inocentes.

Otro que no se le queda callado a la dictadura es Wilber Aguilar, el padre del preso político Walnier Luis, un muchacho con problemas mentales, a quien la policía castrista apresó y condenó para dar una lección y mandar un mensaje, lo mismo que a los Martín Perdomo.

No importa que no hayas hecho nada, que tengas problemas de salud, que tengas hijos pequeños bajo tu responsabilidad, porque para ir a las cárceles cubanas basta conque no estés de acuerdo con el gobierno. Ese es el mensaje de la dictadura sangrienta, que mata al pueblo de hambre.

Los gobernantes mienten todo el tiempo. Prometen y prometen sin cumplir una promesa, y cuando el pueblo reclama, cuando los más afectados, o los más dignos, reclaman, la respuesta es la cárcel, las amenazas constantes, la represión total.

No se puede vivir en Cuba. Los cubanos tenemos que convencernos de que en la isla no cabemos todos los que vivimos ahora mismo. Si no queremos morirnos todos, hay que sacar ya a los que gobiernan. Y tenemos que sacarlos nosotros sin esperar que alguien nos haga el trabajo.

Toda acción que pueda acelerar la caída del régimen será bienvenida. Y no lo dejemos para mañana, porque mañana tal vez sea tarde.

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