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LAS MENTIRAS DEL OPORTUNISTA DE ABEL PRIETO

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Por Anette Espinosa ()

La Habana.- Nunca pensé que tendría que dedicarle unas líneas a Abel Prieto. Me pareció siempre tan superfluo el personaje que ha encarnado en la Cuba castrista que era mejor pasar de largo, dejarlo quieto allí en su cómodo retiro de la Casa de las Américas, a donde ha ido a parar luego de años lamiendo botas al más alto nivel.

No es tan buen escritor Abel Prieto, ni aquel libro fantoche llamado El Vuelo del Gato es tan trascendente como para reseñar su vida y prestarle algún tipo de atención a lo que hace y dice, a no ser que, como ahora, haya entrado en esos bucles habituales a los que recurren los defensores a ultranza del castrismo para intentar demostrarle al mundo que es eficiente.

Conocí personalmente al exministro de Cultura cuando era asesor de Raúl Castro, porque un novio trovador que tuve me invitó a casa de un amigo a compartir un rato. La casa era la de Amauri Pérez, a donde llegó poco después nuestro protagonista y más tarde un personaje llamado Abel Acosta, que fuera viceministro de Cultura y presidente del Instituto Cubano de la Música.

La velada fue desagradable. Entre el histrionismo de Amauri, los pujos de Abel Acosta y los pedos de Abel Prieto, aquellas horas se me hicieron extremadamente largas. Yo estaba entre Abel y mi ex en un sofá y cada cierto tiempo las flatulencias del asesor de Castro me abrazaban. Toqué varias veces con el codo a mi pareja para irnos, pero él estaba hechizado con aquella charla, el buen wisky y la buena música de fondo. Pero yo la pasé fatal.

Eso, incluso, lo de los pedos y hasta la peste a tabaco, porque Amauri no paraba de fumar, ni el otro Abel tampoco, hicieron mi velada fatal, aunque lo puedo perdonar. A fin de cuentas, no fui obligada, pero a Abel Prieto no le perdono sus sermones de intelectual profundo cada vez que aparece por ahí, hablando de las supuestas bondades de la revolución, del sistema, y dice esas tonterías a las que apela para caerle bien a sus interlocutores.

En las redes anda un vídeo suyo hablando de las bondades del castrismo, de lo bien que se forman los profesionales en Cuba, de lo fácil que es educar a los hijos acá, de cómo los profesionales quieren irse a Estados Unidos, una vez graduados, influenciados por las películas que llegan de allí, donde se ve a la clase media con autos y apartamentos, porque en Cuba hay que vivir con los suegros.

Y quiero aclararle que no solo con los suegros, sino con los abuelos del esposo, los hermanos de este con su mujer y dos hijos, y hasta un tío, como vivo yo, porque no hay donde meterse, para llevar una vida independiente, como cada ser humano merece.

Pero incluso eso se lo perdono, como le perdoné lo de los pedos, pero que diga que la mayoría abrumadora de los cubanos está con el gobierno, no. Eso no, porque es el colmo del cinismo. O él vive escondido, ajeno a todo, hasta de lo que hablan sus subordinados en la casona de G y 3ra.

Miente también en lo de la educación gratuita. Llevar a un niño a la escuela cuesta mucho más que el salario de un mes, en un país donde no se puede comprar ni un zapato y un pan para la merienda del chico es más que lo que recibe un padre en un día de trabajo.

A Estados Unidos no se van solo los profesionales detrás de un auto. Se van obreros, desempleados en Cuba, ancianos de hasta 80 años, y sus vidas cambian de pronto. Se les abren otros horizonte, incluso esos comienzan a ayudar a los que quedaron detrás, que es, a fin de cuentas, lo que persigue el castrocanelismo con todos esos a los que les abrieron las puertas para que se fueran.

Cuba es un desastre, y Abel Prieto un mentiroso habitual, un intelectual de medio pelo que se adaptó a vivir de lo que dice, y a vivir bien, sin tener que hacer colas, montar en transporte público, sin pasar hambre, y dándose todos los gustos. Desde esa posición es fácil defender al régimen. ¡Oportunista!

 

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