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Por Anette Espinosa ()
La Habana.- Las cosas que pasan en Cuba no suceden en ningún lugar del mundo. Y lo de las dietas es algo sin parangón, algo así como sacado de un libro de ficción, de la mejor ficción del mundo, y ni con esas condicionantes alguien que no haya nacido en la isla lo puede imaginar.
En el mundo, cuando se habla de dieta, normalmente se infiere que alguien sigue un plan específico para bajar o subir de peso, o para mantenerse saludable, evitar cualquier dolencia, y el especialista le sugirió comer un producto u otro, algo muy específico.
Por ejemplo, tengo un amigo que vive en Hollywood, el de la Florida, que solo come frutas, verduras, huevos y carnes. Se desayuna un par de huevos con verduras, almuerza unas frutas con alguna carne, preferiblemente blanca, y en la noche se come unas frutas. Esa es su dieta, orientada por un especialista con la intención de que mantenga sus 76 kilogramos.
Mi amigo la sigue a rajatabla. Con el dinero de su trabajo compra todas esas cosas, sin problema alguno. En los mercados, en todos, hay siempre lo que necesita. No hay un sitio especial a donde tenga la obligación de ir a comprar lo que le sugirieron comer
Mi vecina tiene hernia estomacal y tenía dieta. Pero una dieta en Cuba no depende de uno. Y si un médico te orienta una dieta, tiene que darte un documento, que llevará firmas y cuños, que tienes que llevar a un lugar llamado Oficoda, para que te autoricen comprar, si alguna vez aparece en algún lugar, lo que te mandaron.
Mi amigo sale de su casa en Hollywood, se parquea en un mercado en la noche del domingo y en 30 minutos compra todo lo que necesita para su dieta de la semana. Lo mismo lo puede hacer alguien en Tegucigalpa, Monterrey, Santa Cruz de la Sierra, Asunción o Manila.
En el mundo los mercados tienen todo lo que un ser humano necesita para alimentarse. Las cosas no llegan a los mercados. Los mercados tienen, y aunque puede que en algún momento no haya lo que una persona busca, habrá en el otro, cercano tal vez, o habrá en la noche o mañana, pero siempre encontrará la persona lo que busca.
En Cuba es diferente. En Cuba no hay mercados. Hubo en algún tiempo bodegas, donde vendían, por libreta y por papeles de dieta, autorizados, como les decíamos, por las 11 mil vírgenes, lo que mandaban para esos enfermos, los que estaban obligados a hacer dieta.
Por dieta podía entrar un pescado azul, necesitado de frío, o un trozo de codo de pollo, sin carne, porque lo que dan son apenas unos gramos. O un chopo, en lugar de una malanga, o un yogurt de soya en un nylon inflado, porque se echó a perder.
Los cubanos, los normales, estamos vivos de milagro. Porque todo el que se haya comido eso que le venden a los cubanos como alimentos, lo más normal es que esté muerto. Es más, la comida de mascotas en cualquier lugar del mundo es más comible que la de los humanos en Cuba.
Y con eso no quiero decir que el ciento por ciento de la población mundial tenga resueltos los alimentos. Sé que hay gente que pasa hambre en África, en Asia, en Europa, en algún lugar de Norteamérica, pero la inmensa mayoría de la población tiene garantizada, al menos, lo que necesita para comer. Luego, los gobiernos -algunos-, organizaciones de caridad, alguna iglesia, organizaciones internacionales, se encargan de proteger a los más desvalidos.
Pero en Cuba, la inmensa mayoría de la población vive por debajo del umbral de la pobreza. Y no solo no tiene comida, tampoco medicamentos, transporte, internet bueno, medios para adquirir una casa o alquilarla, ni la libertad de votar por un gobierno que al menos prometa cambiar las cosas, porque el actual lleva casi 70 años prometiendo y nada de nada.
Ejemplos hay tantos que agobiarán al que llegó leyendo hasta acá, pero voy a citar al periodista José Luis tan, quien contó en Facebook el «conmovedor testimonio, Irina Falls, comparte la dura realidad que enfrenta su hijo de cinco años, diagnosticado con fibrosis quística, una enfermedad genética incurable y progresiva que afecta gravemente la función pulmonar y pancreática»
«La situación del pequeño es alarmante, ya que presenta insuficiencia pancreática, prolapso rectal y sinusitis, condiciones que complican aún más su ya frágil estado de salud. La madre destaca con angustia que la alimentación del niño es insuficiente, ya que «las dietas aprobadas en La Habana son cada vez más inadecuadas y llegan en malas condiciones».
¿Qué es una dieta inadecuada?, me pregunto yo, y la misma publicación explica: «Fuimos al gobierno provincial de Camagüey para quejarnos sobre las dietas. Nos atendió la oficina de atención a la población hace un mes, y hasta ahora no hemos visto cambios. Los alimentos siguen siendo entregados en malas condiciones».
«Recibimos una donación de leche que cubrirá los seis meses que faltaron, y solo respalda hasta este mes de febrero. A partir de ahí, no se sabe qué sucederá. A esto se suma la falta de tratamientos esenciales en el país, como el modulador Trikafta, que ha demostrado ser eficaz en el tratamiento de la enfermedad, y el Pulmozyme, un aerosol vital que ayuda a descomponer las secreciones espesas en las vías respiratorias».
Este es solo un caso, uno entre los cientos de miles que viven los cubanos de a pie, esos que andan por ahí con la mirada perdida en espera de un milagro que saben no sucederá, mientras los gordiflones del gobierno, a todas las instancias, siguen disfrutando de la buena vida y de las mieles del poder. ¡Asco de país!