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LAS COSAS, EN CUBA, SE VAN A PONER BUENAS

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Por Joel Fonte ()
La Habana.- Hace más de 20 años llegué, ya anocheciendo, a la casa donde vivíamos, en el centro del pequeño pueblo, y en medio de un apagón como el que ahora mismo se repite en un ciclo interminable de décadas, como una maldición de la que son responsables los hombres y sus ambiciones.
-Amor, no hay electricidad, no hay agua, y el tanque está vacío…
Entonces tomé dos cubos y, cruzando la calle, caminé casi hasta el final de la cuadra, hasta un pozo de esos que, presionando una bomba manual, vierten agua trabajosamente.
El pozo era privado, de una señora ya anciana, pero estaba ubicado en medio de la acera, y los vecinos, recurrentemente -tan frecuentemente como los mismos cortes de electricidad, que eran diarios- tomaban agua de él sin que a la dueña le molestara.
Cuando llegué estaba la vieja dándole a la manigueta para llenar un recipiente enorme, y sus quejidos se mezclaban con sus frases de inconformidad, gritadas para quien quisiera oírlas:
-¡¿’Hasta cuándo va a ser esto, carajo…’?!; ‘¡es un apagón detrás del otro…!’; ‘¡no lo dejan a uno vivir…!’; tengo la misma edad de Fidel Castro, pero él no ha pasado trabajo como yo, porque sino se larga pa’l diablo…!’-  y otras frases semejantes…
La anciana era, por cierto, la presidente del cdr, o club de los chivatos, como ella misma ironizaba cuando estaba de humor.
Entonces, terminó de llenar su tanqueta, miró a un adolescente de unos 12 años frente a ella que esperaba también, y exaltada por la ira, por la suma de tantas desgracias, con el sudor empapándole la frente, le soltó el final del monólogo como si fuese un adulto invisible al que conocía:
-‘Ya no puedo más, esto está demasiado malo’ y ‘estoy muy vieja y cansada…’.
Entonces el muchacho, casi un niño, en una frase que encerraba toda una filosofía de vida, le contestó riendo:
-‘Abuela, no se desespere, que para que las cosas se pongas buenas, primero tienen que ponerse bien malas…’.
Ya están muy malas, y empeorarán…

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