Enter your email address below and subscribe to our newsletter

Comparte esta noticia

Por Jorge Sotero ()

La Habana.- Unos meses antes de la aparición del covid-19, la cortina de humo del castrismo fue el caracol africano, sobre el cual disertaban cada día en televisión los especialistas. Después todo cambió.

La frase cortina de humo viene del argot militar. Los tanques modernos, por ejemplo, sueltan una inmensa bola de humo y aprovechan para escapar sin ser blancos de las armas enemigas.

Mientras el humo los envuelve, ellos se escurren y los helicópteros, los lanzacohetes o los propios tanques enemigos no los pueden convertir en objetivo.

A principios del siglo pasado, los barcos de guerra, aquellas fragatas o destructores de entonces, hacían lo mismo: lanzaban una cortina de humo y hacían al rival perder el rumbo o lo despistaban.

Así ganaban tiempo sobre los contendientes y podían escapar. Sobrevivir en la guerra es ya un mérito, sobre todo si tienes un medio importante bajo tu control y no quieres perderlo, como un barco o un tanque.

Con el tiempo, la frase fue pasando al lenguaje de la calle, y la estrategia es usada habitualmente por los políticos para esconder escándalos, robos, estafas, mal accionar y hasta incapacidad para gobernar.

El bloqueo, la cortina de siempre

Lo del caracol africano, por ejemplo, fue una cortina de humo. No fue la más grande: la mayor de todas es el bloqueo. El bloqueo ha sido el mantra del castrismo desde tiempos inmemoriales.

El bloqueo les ha servido para justificar todas y cada una de sus incapacidades. Todo lo que les sale mal -que es casi todo- es culpa del criminal accionar del gobierno de los Estados Unidos.

La intención, siempre, ha sido desviar la atención de las verdaderas causas, esconder a los verdaderos responsables de los errores y poner el ojo en otra cosa, algo así como cambiar el enfoque y el objetivo.

Cuando uno piensa que el castrismo ya no tiene más cortinas de humo, se reinventan y utilizan cualquier cosa para centrar la atención de la población. Y lo hacen sin escrúpulo alguno.

Ahora mismo, venden lo de los parques fotovoltaicos, como si esas pequeñas instalaciones, de escasa potencia y que solo funcionarán con sol, porque no tienen baterías de almacenaje, fueran a resolver algo.

El foco lo tienen puesto en eso, como cortina de humo. Hay que tapar el apagón, al que han identificado como el único problema que enfrenta el cubano, pero olvidan el hambre, la falta de medicamentos…

También el salario que no alcanza, la escasez de productos, las tiendas en dólares, la construcción de nuevos hoteles y el olvido de la agricultura, la corrupción y la represión.

Parques fotovoltaicos

Los parques solares, dicen. Porque cuando llenen el país de paneles, de ellos emergerá la carne, las viandas, los vegetales y las frutas, y los hospitales estarán limpios y habrá medicinas.

Con parques solares habrá transporte y no hará falta gasolina, porque aparecerán formas para moverse, aunque sea en famélicos caballos, maltratados hasta el extremo de una punta a otra del país.

Sin embargo, lo de los parques fotovoltaicos no basta para centrar la atención del populacho y desviarlo de otros sectores, y entonces queman al tonto de Sandro Castro y al reptil de Lis Cuesta.

Al primero, porque saben que el pueblo le tiene mala voluntad, lo mandan a hacer el payaso. A hablar tonterías, a burlarse, para que se convierta en tendencia y atraiga la atención. Lo mismo hacen con el reparto.

Lis Cuesta

Y a la Lis Cuesta, la flamante no primera dama, la sacan a escena para quemarla, para que se incinere en público, aunque con ella van a tener problemas, porque es lista y habilidosa.

Todos sabemos que Lis Cuesta miente, pero es ladina. Adorna sus palabras, se cree el personaje que tiene montado, pronuncia bien, y en lugar de engordar desmesuradamente, como el esposo o Marrero, adelgaza.

Luego aparece como una madre protectora, una esposa dedicada, una mujer dulce, y en el fondo es una caimana. Los que la critican, tienen caldo de cultivo. Los que no, no lo necesitan: le creen y ya.

Cada día, el castrismo se inventa una nueva cortina de humo. Funciona como un blindado en un campo de batalla, que se sabe rodeado, vencido y tal vez destruido, pero intenta sobrevivir a toda costa.

Solo que sus marrones son tan grandes que ya no consigue humo para camuflarse. Ni los casos de corrupción de los suyos pueden tapar… ¡Se está acercando el momento final!

Deja un comentario