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LA YUCA «SEDA» NUNCA SE ABLANDÓ

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Por Víctor Ovidio Artiles

Caibarién.- Hoy no hablaré de las precariedades recurrentes. Salgo a comprar yuca y un trozo de calabaza. El capital está calculado y exprimido. Voy directo al vendedor con precios menos altos. No escucharé cantos de sirena de esos plátanos burros ni de los platanitos maduros y «madurados» ni de plátanos machos y hembras y hasta plátanes. Cebollas y ajos me abren sus bracitos y les escucho decir «Upa». No los miro. Se me hace un nudo en la garganta, pero no los miro.
Unas papas altaneras me clavan sus miradas, pero no me dejo amedrentar. Los pimientos levantan sus manos derechas para llamar mi atención, aunque no los mando a la pizarra. Mis alumnos destacados de hoy son la yuca y la calabaza. En mi cartera, tres billetes de cien pesos me lo recuerdan constantemente. Veo las yucas a mi izquierda. Nunca he tenido la habilidad de saber si se ablandan o no solo con mirarlas. Un yucón gordo y grande, con aspecto de dueño de Mipyme, de las grandes, me hace una seña y sonríe. Se siente el dueño de la caja y lo es indudablemente. Las demás están flacuchas. Lucen humildes y proletarias.
Le pregunto al mulato si se ablandan, recibiendo la más lógica de las respuestas: «Son una seda. Si te demoras se vuelven una pasta». No le creí ni una sílaba, sin embargo, empecé a echar en la jaba. Empujé a la soquete y cogí siete u ocho de las oprimidas. Luego media calabaza y, como por arte de magia, mis trescientos pesos se convirtieron en diez.
Llego a la casa y al pelarlas casi infarto. Por nada tengo que llevarlas al barbero de la esquina para terminar. Las meto al caldero y las pongo sobre el carbón. Le hicimos más guardia que al Mausoleo de Lenin para evitar la desintegración de la URSS…perdón, de las yucas. ¡Qué manera de aguantar calor esas condenadas! Sí que son duras las masas oprimidas.
Una hora después estaban igualitas, pero sin cáscara. Cuando el tenedor logró entrarles y ya mis ojos estaban llorosos por el humo y la desfachatez del vendedor, di por terminada la cocción. El mulato, si hablaba de pasta, debió referirse a la pasta Pomorim que no había quien le entrara de frente. Hoy comeremos yuca con mojito, duras, en saludo al apagón.

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