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Por Gretell Lobelle
La Habana.- Mi deseo es que no me falten los amigos. En medio de días oscuros, ellos me han sostenido. No saben de ti, o al menos de tus demonios. He mantenido silencios necesarios. Supe desde el principio que nada estaba bien. A veces, la vida te lleva por caminos insospechados, hacia cosas que nunca quiero volver a hacer.
La madrugada de ayer me trajo alegrías. Me aferro a cierta felicidad, efímera, pero felicidad al fin; felicidad de amanecer. Quiero pensar que en cada paso que damos, por muy desacertado que sea, hay una enseñanza vital.
Me has vencido. He terminado de caer en esa oscuridad donde arrastras todo lo que te rodea. Hoy lo sé; ya puedo hablarlo. La vida sorprende, la vida quita, la vida regala.
No más tú.
Los caminos te devuelven gente linda que, sin proponérselo, te halan a la superficie. Me aferro a cierto madero; floto, hundirme no es opción. No he perdido la perspectiva, y eso es una suerte, pero he perdido mucho, sobre todo voluntad y confianza; la perspectiva no. Hay un espacio sustantivo que es inamovible y que me ha salvado al final.
Soy sobreviviente de esta isla maldita; ¿cómo no ser sobreviviente de un hombre, aunque haya hombres peores que una isla? Las alegrías son una disciplina: no soy alegre, solo practico el ejercicio de regalar y regalarme las alegrías.
Trato de borrar huellas, pero son eso: huellas. Ahí están, tatuadas en mi piel. Hay en cada célula un anuncio, una alerta. No dejo que la tristeza se instale.
He dejado entrar una brisa que pasará, pero me ha refrescado el alma. Me ha salvado de seguir muriendo un poquito a la vez. Se lo he dicho; he nombrado el instante de su llegada. Sé que no me cree y no importa; ahí está devolviendo ilusiones.
Tú… No te pareces a nadie que haya conocido; eres una excepción. Eso, lo excepcional jodido de la regla.
Yo… Cada día te pienso menos entre los cercanos que preguntan, y respondo con un «no sé nada de él»…
Ya ves, sigo escribiendo, porque sí, porque quiero… sigo escribiendo. ¡La vida es bella!