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LA ÚLTIMA OPORTUNIDAD DE EEUU DE ACTUAR CONTRA LA DICTADURA CUBANA

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Por Albert Fonse ()

Si no es ahora, ¿cuándo? La última oportunidad real de Estados Unidos para actuar contra la dictadura cubana.

Las encuestas para las elecciones presidenciales de 2028 en Estados Unidos ya comienzan a perfilar a los posibles sucesores de Donald Trump. En el Partido Republicano, JD Vance, actual vicepresidente, lidera con un 46 por ciento de apoyo entre los votantes, seguido por Ron DeSantis con un 8 por ciento y Vivek Ramaswamy con un 7 por ciento.

Marco Rubio, a pesar de ser el actual Secretario de Estado y de haber asumido responsabilidades adicionales como jefe interino del Consejo de Seguridad Nacional y director interino de Inteligencia Nacional, solo alcanza un 6 por ciento de respaldo. Es una mala noticia para el exilio cubano.

Donald Trump fue recibido por el exilio cubano como un aliado. Se acercó a nuestra comunidad, caminó por nuestras calles, visitó nuestros restaurantes, museos y espacios históricos. Habló nuestro lenguaje, prometió ser distinto a los que antes jugaron con nuestra causa y nos dio razones para creer. Le entregamos nuestra alma, nuestra fe, nuestros votos y nuestras esperanzas. Lo convertimos en símbolo de una lucha que llevamos décadas sosteniendo solos.

Hoy, el silencio de su administración se siente como una traición. La indiferencia duele más cuando viene de quien prometió estar de nuestro lado.

Cubano-estadounidenses gritan consignas a favor del candidato republicano a la presidencia Donald Trump, en Miami,

Lejos de lo que se esperaba

Esta administración que muchos en el exilio vimos como la más cercana a nuestras aspiraciones, no ha hecho lo que se esperaba. El tiempo no es excusa. Desde el primer día debió asumir la gravedad del régimen cubano como una prioridad estratégica. Se esperaban acciones firmes, claras, y a la altura del respaldo político que recibió del exilio.

Medidas como declarar al Partido Comunista de Cuba organización terrorista, con todas las implicaciones legales, financieras y diplomáticas que eso conlleva. Un bloqueo real, más allá del comercio, que implique presión coordinada contra todos los países que colaboran con la dictadura: México, Canadá, España.

Se esperaba una política de cerco total, sin concesiones. Incluso la vía militar debía estar sobre la mesa, porque no se enfrenta a un sistema político, sino a una maquinaria de represión y crimen organizada. Frente a una dictadura que lleva más de sesenta años oprimiendo a un pueblo entero, lo que se necesita no es paciencia, sino determinación.

La culpa no es de Marco Rubio

Pero no creo que esta pasividad sea culpa de Marco Rubio. Él no es el problema. Su anticomunismo es genuino. Se nota que le duele Cuba, que le duele el pueblo que sigue sufriendo bajo una tiranía. Su trayectoria lo demuestra. Su primera gira como Secretario de Estado fue por el Caribe, y fue él quien dio la batalla contra la esclavitud médica impuesta por la dictadura cubana.

Gracias a su presión se desactivó el pacto petrolero entre Cuba y Venezuela. Incluso en las negociaciones recientes con Rusia, se le ha visto incómodo, forzado, cumpliendo su rol institucional pero claramente en desacuerdo. Rubio quiere actuar, pero no lo dejan. Hay un choque ideológico dentro de la Casa Blanca. Y eso es lo que asusta: que esta oportunidad se desperdicie por decisiones que no reflejan el sentir de quienes sí entienden lo que está en juego.

Si al menos todo este esfuerzo sirviera para que Rubio termine siendo presidente, valdría la pena. Pero si, como indican las encuestas, la continuidad recae en otros que ni conocen ni les importa el drama cubano, entonces hay que actuar ahora. Meter presión. Ayudar a Rubio en su pulseo interno. Porque si no es ahora, no será nunca.

JD Vance, probable sucesor de Trump, no tiene conexión alguna con la tragedia cubana. No está obligado por promesas ni por vínculos personales. Si él hereda la presidencia, lo más probable es que el tema Cuba quede fuera del radar estratégico de Washington. Por eso este momento es decisivo. Si ahora no se actúa, no se actuará después.

Cuba debe estar primero

Cuesta entender tanta pasividad. Resulta inexplicable que, con una dictadura debilitada, aislada y sin respaldo popular, se opte por la indiferencia. Las prioridades han cambiado. La moral fue sustituida por cálculos. Lo urgente quedó sepultado bajo lo conveniente.

Me pregunto si las largas conversaciones con Vladimir Putin, aliado estratégico del régimen cubano, tienen algo que ver con esta pasividad inexplicable.

Este era el momento. La oportunidad más clara, más favorable, más propicia para actuar con decisión. No se necesitaba justificar nada. Bastaba con cumplir lo prometido.

No queda más que asumir lo que está frente a nosotros. Si esta administración no actúa, nadie más lo hará. Si fracasan ahora, el Partido Republicano perderá para siempre la autoridad moral para venir a hablarnos de libertad. Nunca más podrán venir a vendernos la moto electoral de la causa cubana para buscar votos. El exilio no olvidará.

Y para todos los que repiten como papagayos el eslogan de “Estados Unidos primero”, solo les digo esto: yo siempre, sin vergüenza ni permiso, pondré a Cuba primero.

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