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La Última Cena

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Por Víctor Ovidio Artiles ()

Caibarién.- En 1992 me invitaron a cenar en el restaurante 1800 de Santa Clara, cuyo nombre es 1878 realmente. ¿No hay que reservar? Pregunté inocentemente. «No hombre, no». De la URSS solamente quedaban restos de merengue y aquí el cinturón estaba más apretado que un corsé de señorita del año que da nombre al local.

Allá fuimos, pocos comensales. Nos llevan a la mesa. El Capitán nos saluda cortés. «Tenemos hoy congrí, lengua y pepino». Nos miramos condescendientes. Pedimos cuatro. A la pregunta sobre alguna bebida el hombre suelta: «Tengo Decano». Pedimos dos tragos. «Denle suave con el Decanol. Orita empieza el tiro de cerveza». Ocho ojos brillaron.

Unos minutos más tarde llegó la cena. El congrí gritaba a todo pecho ser recalentado. Entendimos de inmediato pues en ese año todo se entendía. Los pepinos tenían vergüenza, quizás por nosotros y la lengua no se veía mal. El Capitán regresa con una cuchara y dos cuchillos. Ante mi «Que hacemos con esto mi Capitán» me dice que va a seguir luchando cubiertos. Para mejorar el ambiente nos trae cuatro cervezas Manacas frías. Había empezado el tiro de laguer. Los cubiertos pueden esperar.

Se acabó la cerveza

Antes de tomarnos la primera ronda llegaron dos tenedores y otra cuchara. «Así mismo hermano. Ahhh, trae otra ronda».

El congrí no gritaba en vano. Ese cadáver tenía más de veinticuatro horas, se notaba por el rigor mortis. El primer intento de picar aquella lengua se convirtió en un lanzamiento de catapulta. Esa lengua no era una lengua cualquiera. Algún informante de la extinta KGB debió haber sido silenciado.

Llega el Capitán y, con el rostro compungido, nos da la triste noticia de la extinción de la cerveza. «Coño, dijiste que era un tiro, no un solo disparo». Hizo un gesto de pseudo pena y giró. Pedimos la cuenta, pagamos y nos miramos. Habíamos unos más colorados que otros. «Nos vamos pal carajo». Yo, aún tratando de tragar el último trozo de lengua le digo: «Capitán. Que embarque nos diste mi hermano. Ojalá te degraden, coño».

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