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La triple amputación del VAR y la sombra de un pasado incómodo

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(En la historia de la Liga, solo tres veces el VAR anuló tres goles en un partido. Todas fueron al Real Madrid)

Por Yoyo Malagón ()

Madrid.- En el fútbol, ese territorio donde la pasión y la razón libran su batalla eterna, la anulación de un gol es mucho más que la simple aplicación de un reglamento. Es un pequeño drama, un instante de éxtasis truncado que deja en el aire la pregunta crucial: ¿dónde termina la justicia y dónde comienza la miseria?

Lo sucedido anoche en el Bernabéu, con tres gritos silenciados por el frío veredicto del vídeo, trasciende lo estadístico. Se adentra en lo psicológico y en la percepción de un agravio que, sea real o imaginario, ya pesa como una losa en el relato de la competición.

Tres veces el árbitro del campo, señor Sánchez Martínez, convalidó el gol. Tres veces, desde la lejanía aséptica de la Sala VOR, se le invitó a revisar su decisión y tres veces rectificó. La tecnología, en teoría un faro de objetividad, se convirtió en el instrumento de una frustración colectiva.

Cada línea digital, cada milímetro examinado con lupa, aleja el juego de su esencia visceral. Lo acerca a una frialdad quirúrgica que despoja al fútbol de su alma. Y también del margen de error humano que siempre lo ha hecho tan comprensiblemente imperfecto.

¿Hecho aislado o patrón?

Y uno se pregunta, no por morbo sino por pura contextualización histórica, ¿es esto un hecho aislado o responde a un patrón? La respuesta es contundente: desde la llegada del VAR a LaLiga, ningún equipo había sufrido la anulación de tres goles en un mismo partaje.

El Real Madrid, así, escribe un capítulo único y amargo. Esto ocurre en este libro de las nuevas tecnologías. Es un récord que nadie desea, una singularidad estadística que alimenta inmediatamente la teoría de la persecución. Ocurre en un club acostumbrado a navegar entre agravios y privilegios, siempre dependiendo del cristal con que se mire.

La comparación con el resto de grandes equipos es inevitable y, para la narrativa madridista, reveladora. No se observa una frecuencia similar de revisiones en contra para el Barça o el Atlético en los últimos años.

Esto no es una acusación, sino la constatación de un dato que pide a gritos una explicación. Una que vaya más allá del simple azar o de la mala suerte. Cuando un fenómeno se repite con una protagonista común, la sombra de la duda deja de ser una anécdota. Se convierte en un personaje principal de la función.

Otra vez contra el Madrid

Y es aquí donde el argumento da su giro más incómodo, donde el partido deja la cancha. Se adentra en el turbio terreno de los despachos. Porque los protagonistas que toman estas decisiones desde la Sala VOR, los que pulsan el botón para llamar la atención del colegiado, son los mismos que están, de una u otra forma, vinculados a la estructura arbitral. Esta se encuentra bajo el foco del ‘Caso Negreira’.

La misma institución que debería garantizar una imparcialidad absoluta es juez y parte. Esto genera un conflicto de interés insalvable y envenena cualquier veredicto, por correcto que técnicamente pueda ser.

Al final, el Madrid ganó el partido pero perdió la batalla del relato. Más allá del resultado, queda la sensación de que el campo de juego ya no es parejo para todos. Las reglas se aplican con una severidad distinta dependiendo de la camiseta.

El VAR, que nació para apagar los fuegos de la polémica, no ha hecho más que avivarlos con gasolina. Ahora, cada decisión viene con un sobretono, con un pasado incómodo y con la identidad de quienes, desde una sala, tienen el poder de reescribir la historia con un clic. El gol, esa celebración primigenia, ya nunca volverá a ser del todo libre.

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