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La ruta de Humberto López

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Por Hermes Entenza

Nuremberg.- Minutos después de terminada la protesta de Baraguá, cuando las tropas españolas regresaban nerviosos y preocupados, y el general Arsenio Martínez–Campos ya se había adelantado al pelotón, un soldado español grosero e idiotizado, intentó burlarse de par de cubanos que observaban la marcha de la comitiva.

Buscando una provocación, se mofó del uniforme raído pero limpio de los cubanos. Lo que no imaginó el desdichado fue la sangre caliente de los jóvenes mambises, que sin pensarlo dos veces sacaron sus machetes para volarle la cabeza.

El español, de nombre Jimeno Amaro, sintió que sus fuerzas le abandonaban, y al ver los relucientes machetes en peligrosa posición, se cagó en los pantalones.

—Jimeno de tu putamadre, joder— le gritó el sargento. — Corre y olvida.

Jimeno huyó como mejor pudo, dejando en la tierra sus excrementos. Tanta fue la risa de los cubanos, dado el momento del hecho y con los ánimos colmados de valentía, que un soldado insurrecto guardó en un pomo el trozo de desecho como símbolo del triunfo después de la protesta.

El trofeo se exhibió en los campos cubanos, y terminada la guerra, ya en la República, el frasco fue llevado a La Habana por familiares de algún mambí, hasta que fue robado robado cuando el ciclón del año 1926.

El excremento fue llevado por ladrones a la ciudad de Matanzas, donde una señora anticuaria lo escondió entre los trastos de su casa. Por una extraña razón, aún no explicada, el mojón español cobró vida. La señora al verlo moverse, tratando de salir del pomo, murió instantáneamente.

El excremento viviente se marchó. Creció, aprendió a hablar, asistió a la escuela con lento aprendizaje debido a sus genes y a su poco sentido de la ética. Logró un título universitario, convirtiéndose con los años en lo que conocemos hoy como Humberto López Suárez, conductor de programas políticos la Televisión Cubana.

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