Por René Fidel González ()
Santiago de Cuba.- Toda radicalidad política será susceptible de ser usufructuada por los que vean en ella una oportunidad para ser considerados una opción aceptable para el poder, para alojar el discurso de sus intereses en las dinámicas oficiales y validarse, y mejorar su posicionamiento político en la sociedad.
La radicalidad trata precisamente de la identificación y comprensión del problema político, de su solución y de los medios para conseguirla.
Para los excluidos el diálogo versa entonces sobre el problema de la ausencia de igualdad política, de la exclusión, discriminación y castigo como actos sistémicos de criminalización de la autodeterminación, del pensamiento y de la práctica política.
Cualquier esfuerzo por diluir ese propósito no debe ser ni siquiera considerado un escollo que distraiga del propósito de conseguir y garantizar jurídica y materialmente la igualdad política para todos los ciudadanos.
El diálogo de los excluidos en Cuba tiene que ser entonces un diálogo de la escala social del problema político, de su universalidad y capacidad para perpetuar la opresión y la injusticia, un diálogo sobre lo inadmisible, sobre el futuro y el movimiento para alcanzarlo.
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