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LA PESTE ANTONINA: LA PRIMERA EPIDEMIA GLOBAL QUE ASOLÓ AL IMPERIO ROMANO

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Tomado de MUY Interesante

Iniciada en pleno apogeo del imperio, la expansión de una enfermedad que pudo ser la viruela debilitó el poder romano hasta el punto de iniciar su declive.

Madrid.- En el siglo II d.C., el Imperio romano disfrutaba de una edad dorada, con una expansión sin precedentes y una relativa paz bajo el gobierno del emperador Marco Aurelio, uno de los llamados «Cinco buenos emperadores». Este período de estabilidad y prosperidad, sin embargo, sería severamente truncado por un enemigo invisible y devastador: la peste Antonina. Se detectó por primera vez en el 165 d.C., esta pandemia marcó el cuerpo y la psique de los romanos, delineó un antes y un después en la historia del imperio, evidenciando la fragilidad de su estructura y el inicio de su caída.

El ángel de la muerte golpeando una puerta durante la plaga de Roma. Grabado de Levasseur a partir de una obra de J. Delaunay

El ángel de la muerte golpeando una puerta durante la plaga de Roma. Grabado de Levasseur a partir de una obra de J. DelaunayWikimedia

Del auge al horror

Antes de la irrupción de la peste Antonina, el Imperio romano se encontraba en un estado de expansión y consolidación bajo la administración de Marco AurelioEl imperio disfrutaba de un sistema de rutas comerciales y militares bien desarrollado, que facilitaba el comercio y la comunicación entre regiones distantes. Claro que también facilitó la rápida propagación de enfermedades. Este entramado de conexiones expuso a Roma a riesgos significativos de epidemias traídas desde los confines de su territorio y más allá. Durante esta época, el célebre médico Galeno documentó los síntomas de la peste, que incluían fiebre, diarrea, y erupciones cutáneas, proporcionando un marco crucial para entender la naturaleza y el impacto devastador de la enfermedad. Sus observaciones son una fuente crucial para conocer la crisis médica de la época, resaltando la vulnerabilidad de una civilización incluso en la cúspide de su poder.

Estatua ecuestre de Marco Aurelio en los Museos Capitolinos. Zanner / Wikimedia

Estatua ecuestre de Marco Aurelio en los Museos Capitolinos. Zanner / Wikimedia

Epidemia en el Imperio romano

La peste Antonina, iniciada en el año 165 d.C. durante el asedio romano a Seleucia, se extendió implacablemente a través de las legiones romanas, introduciéndose en el corazón del Imperio a través de soldados que regresaban del frente. Las crónicas de la época describen un cuadro clínico brutal: fiebres altas, erupciones cutáneas en forma de pústulas y parches negros, diarrea sanguinolenta y una mortalidad alarmante. Galeno observó las erupciones que se ulceraban y luego cicatrizaban, sugiriendo un patrón de enfermedad severa seguida de una recuperación dolorosa para los que sobrevivían.

La enfermedad, caracterizada por su rápida propagación y altas tasas de letalidad, arrasó con poblaciones enteras, tanto militares como civiles. Las rutas comerciales y militares que antes habían sido arterias de riqueza y expansión se convirtieron en canales para una catástrofe sanitaria. Según estudios modernos, los síntomas y efectos descritos por Galeno son consistentes con los de la viruela, una de las enfermedades más letales en la historia humana. Esta epidemia puso en jaque la capacidad médica de la época y expuso las vulnerabilidades estructurales de un imperio que por entonces se sentía invencible.

Recreación romantizada de la peste Antonina

Recreación romantizada de la peste AntoninaFran Navarro / Midjourney

Efectos de una epidemia en el mundo Antiguo

La peste Antonina afectó a todos los aspectos de la vida romana. Militarmente, devastó las legiones, debilitando severamente la capacidad de defensa del Imperio ante las incursiones bárbaras. El emperador Marco Aurelio se vio obligado a realizar reformas de emergencia, reclutando esclavos y gladiadores para llenar las filas diezmadas. Socialmente, la peste exacerbó las desigualdades, afectando principalmente a los más pobres y vulnerables. Económicamente, provocó una grave contracción: la mortalidad masiva redujo la mano de obra disponible, afectando la producción agrícola y la estabilidad fiscal debido a la disminución de los ingresos por impuestos.

En el plano religioso, la crisis fomentó la desconfianza y hostilidad hacia los cristianos y otras minorías, a quienes se les culpaba de enfurecer a los dioses tradicionales y, por ende, de precipitar la peste. Este clima de tensión y desesperación reflejó una sociedad en busca de respuestas ante un desastre aparentemente divino, lo que condujo a una reconfiguración de las creencias y prácticas religiosas en el seno del imperio.

Consecuencias a largo plazo para Roma

La peste Antonina no solo fue un desastre inmediato para el Imperio romano, sino que también marcó el comienzo de su largo declive. Según el historiador Edward Gibbon, aunque la peste en sí no fue la única causa, contribuyó significativamente al debilitamiento estructural del imperio, exacerbando problemas existentes como la falta de mano de obra y la disminución de los ingresos fiscales. Arthur E. R. Boak también destaca cómo la peste disminuyó la población activa, lo que afectó directamente la capacidad militar y administrativa del imperio.

A largo plazo, estos impactos se sintieron en la reconfiguración de la estructura social y política del imperio. La necesidad de soldados llevó a una relajación de las normas para el reclutamiento militar, integrando a grupos sociales anteriormente excluidos y diluyendo la calidad de las legiones. Esto, a su vez, hizo al imperio más vulnerable a las amenazas externas y dificultó la recuperación de su antigua estabilidad, acelerando su fragmentación y caída.

Recreación de la caída del Imperio romano

Recreación de la caída del Imperio romanoFran Navarro / Midjourney

La peste Antonina representó un punto de inflexión crítico para el Imperio romano. Su estudio ofrece valiosas lecciones sobre la interacción entre enfermedad y sociedad, resaltando la importancia de la resistencia y adaptación frente a pandemias globales.

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