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Por Manuel Viera ()
La Habana.- Una revolución es un cambio drástico que se produce en la sociedad, ya sea de forma violenta o no, y puede ser social, económica, científica o cultural.
Uno de los significados inseparables de revolución es el término progreso. Es decir, las revoluciones se producen para cambiar el estatus viejo por uno nuevo que lleve al progreso y al avance de la sociedad.
Hoy en Cuba no hay persona más revolucionaria que un contrarevolucionario, porque no hay nada más inerte, más inmóvil, menos progresista, menos cambiante y menos revolucionario que lo que desde el comunismo cubano definen como Revolución Cubana.
No es revolucionario quien no forma parte de un proceso progresista de cambios. No es revolucionario quien defiende lo inmóvil, lo inerte, la continuidad de lo existente. ¡Es un error conceptual enorme!
Mi incomprensión y oposición a la «Revolución Cubana» —a su inmovilismo, su continuidad, su antidialéctica, su falta de progreso, su incapacidad de generar mejora y bienestar, su imposibilidad de avance— hacen que, en lo personal, me considere hoy un gran revolucionario.
Y me llevan a defender la idea de que no hay nadie más contrarevolucionario en Cuba que quienes hoy defienden lo que ellos definen como «su Revolución»: algo que ni cambia ni progresa.