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Por Jorge Menéndez ()
Cabrils.- El gobierno cubano no duerme en su obsesión por obtener divisas. Mucho más aún cuando ve que la exportación de médicos ya no es la panacea de la primera etapa de Lula en el gobierno. Bolsonaro descarriló la máquina de hacer dinero del castrismo y, desde entonces, aunque con discretos logros, nunca más ha vuelto a ser lo que fue.
Otra de las ramas de la economía que aportaba divisas era la zafra, la cual se cargó el propio gobierno. Entonces todo quedó servido al turismo y las remesas como salvavidas.
El turismo fue la gran apuesta y decrece 30 por ciento anual. Esto sucede a pesar de los fallidos planes inversionistas del gobierno y una estrategia de desarrollo de divorcio con el pueblo.
La divisa está cada vez más ausente. Entonces pretendieron intentarlo con la apertura de más de 80 supermercados a lo largo y ancho de la isla. Ante las carencias y la miseria, obligan a la gente a gastarse las remesas en esos lugares.
Era necesario entonces importarlo todo y no producir absolutamente nada en la isla. Esa fue otra apuesta errónea y otra prueba de que el gobierno no quiere, ni de lejos, la participación del pueblo en la economía real.
El vulgo solamente puede jugar el rol de cliente de las tiendas del Estado.
Ante la profunda crisis de divisas y el grandilocuente empeño del Estado en regular el mercado cambiario de divisas, sin divisas, el Estado está tratando de exportar lo poquísimo que produce. Lo están malvendiendo al primero que aparezca y sacrificando a su pueblo.
Los resultados, como es lógico, no se han hecho esperar.
El gobierno cubano se vio en una disyuntiva: o bien la de desarrollar producciones y servicios liberando las fuerzas productivas con apuesta por el peso cubano. También, con respaldo productivo. Por otro lado, enajenar todas las producciones y apostar por el dólar para no correr el riesgo de perder poder.
La divisa que necesita el país se podía obtener con servicios al turismo, con subcontrataciones a empresas nacionales, o con el desarrollo de producciones nacionales exportables. También podían recurrir a la exportación de servicios profesionales. No obstante, todo esto representaba para el gobierno un riesgo de poder que nunca estuvieron dispuestos a correr.
Entonces, hicieron elección equivocada y llegó la inflación, control de precios, el ejército nacional de extorsionadores y todo lo que de aquí se deriva.
La realidad con las divisas es tal que hasta un corralito financiero ha prohibido a los inversores extraer sus beneficios. Su dinero ha quedado bloqueado. Ante esto, de manera estúpida, el gobierno cubano pide a los empresarios extranjeros a los que le retuvieron su dinero, invertir más.
Las políticas de desarrollo económico del gobierno cubano van dictadas por los intereses del gobierno corrupto. No por las necesidades reales que demanda la situación económica. De tal manera, poco a poco, van hundiendo lo que quedaba rescatable de la economía. El colapso comienza a verse en la zafra, en la generación eléctrica, los servicios médicos, y el turismo. Cada vez se pone más patas arriba la posibilidad de alguna recuperación.
El gobierno se afana en captar inversiones ofreciendo un USD a cincuenta céntimos en el Mariel para después dejarlos sin un céntimo. Y no se da cuenta de que, sin credibilidad, sin un marco jurídico inversionista estable que obligue a respetarlo, simplemente, no habrá inversiones.
Ahora están apuntando el invento de las empresas mixtas que, de hecho, no es la primera vez que lo intentan, para después no fructificar nada.
El gobierno ha preferido dar licencias a empresas extranjeras como Red Diamond, de Canadá, para importar hasta los tornillos de una puerta en vez de producirlo en Cuba.
Esa es nuestra realidad y nuestra perdición.