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Por Tania Tasé ()
Berlín.- Hace mucho tiempo que ando con un disgusto muy profundo y constante. Me he aguantado porque trato de tener un mínimo de coherencia entre lo que digo y lo que hago.
El mensaje implícito y explícito en mi lucha personal contra la dictadura, es y ha sido siempre el de luchar juntos y para eso es, condición necesaria y suficiente, el diálogo (sí, la palabra maldita!), no con la dictadura, sino entre nosotros todos, los que nos oponemos a ella.
Por ese motivo no he explotado antes por algo que me disgusta y preocupa de manera permanente. Es sabido que esas situaciones largamente mantenidas en el tiempo, enferman.
Una cosa es la responsabilidad por el bien común y otra muy distinta es morderse la lengua cuando hay que hablar. Así que ahí va sin filtro, aunque largamente reflexionado.
Me empinga sobremanera la superficialidad de muchos cubanos fuera de la isla, entre ellos reconocidos influencers. Me encabrono nivel Dios, cuando se tilda de carneros y merecedores de su destino a millones de cubanos que están aguantando con el agua al cuello.
Se me sube la biilis a la garganta cuando empiezan a criticar a los que se atreven a protestar, porque no tienen las palabras que la gente de butaca y palomitas de maíz quieren que griten.
Calle, calle, calle… es lo que les ordenan a los cubanos de dentro que tienen más de 30 horas de apagón. Y halagan a los pueblos que protestan.
Los cubanos que quedan en la isla no tienen ni agua para tomar cuando se atreven a protestar. Muchos tienen hijos pequeños o un enfermo en casa que cuidar. La mayoría no tiene ayuda del exterior.
No tienen luz, no tienen comida, no tienen agua, ni medicinas, no tienen fuerza ni energía siquiera para aguantar un tonfazo de un esbirro. Ni nadie que cure sus heridas si les caen a golpes.
¿Y si en lugar de denigrarlos, hacemos un fondo y empezamos a crear una infraestructura que nos permita protegerlos, asistirlos, rescatarlos?
Muchos de los que estamos fuera no podemos volver, no podemos estar ahí con ellos. Ni nos dejarían subirnos al avión siquiera. Pero hay muchas maneras de estar dentro. Se puede escuchar, se puede apoyar, podemos virarnos los bolsillos al revés y aportar no sólo ideas, sino también dinero.
En todos los países que ponen de ejemplo porque protestan (Serbia, Argentina, Chile y hasta Venezuela), la gente por lo menos tiene algo de comer y beber mientras protesta. Al menos se han organizado para captar médicos simpatizantes con su lucha para que curen a los heridos. Los exiliados y emigrantes apoyan a su gente dentro.
Nosotros no. Nosotros nos convertimos en aliados de los esbirros. Nosotros le damos tantos palos y tonfazos como los militares represores allá dentro.
¿Desde cuándo y por qué razón sobra el periodismo independiente?
¿Desde cuándo somos tan sabios que podemos prescindir de Cubalex ?
¿Hasta cuándo vamos a ser nosotros aliados de los esbirros de los de adentro?
Yo no abogo por la inactividad ni la sobreprotecciòn ni la justificación a los que no se rebelan.
Yo estoy por trabajar con los que luchan dentro.
Y estoy contra todos los gritones de afuera que ni un like dan a los que se juegan la vida y la libertad en la isla de la que huímos.
Un poco de vergüenza no nos haría ningún daño.