
LA NECESIDAD DE CONOCERSE A UNO MISMO
Por Ileana Medina ()
Tenerife.- El desarrollo espiritual verdadero no es con respecto a la religión, ni a la política, ni a la meditación, ni a los negocios, ni al Tíbet ni al Himalaya… ni a nada que esté por ahí afuera.
El desarrollo espiritual es con respecto a uno mismo: conócete a ti mismo que decían ya los antiguos.
Conocerse a uno mismo es comprender las propias carencias, violencias y miedos, y cómo de modo inconsciente ocurren dos procesos de autoengaño fundamentales: muchas de las cosas que creemos que hacemos por otros motivos, las hacemos por necesidad de amor, de mirada, de afecto, de reconocimiento… y otras las hacemos (o no las hacemos) por miedo, por parálisis, por indefensión aprendida, por carencias, por violencias interiorizadas…
Este conocimiento de uno mismo, que por supuesto no termina nunca, implica también conocer la psicogenealogía familiar, los patrones de crianza con los que fuimos criados, las violencias y carencias que se transmitieron a través de la familia. Ese es el proceso de «despertar».
Ese proceso de desarrollo tiene varias fases. Una primera fase, que podríamos llamar ingenua, inconsciente o estar dentro de matrix, es cuando uno cree que en la familia todo fue bonito, no es consciente de lo que verdaderamente ocurrió en su propia infancia, cómo las crianzas de forma general han sido carentes y violentas, y de forma particular cada uno tiene que conocer la suya, los propios patrones familiares.
Muchas, pero muchas veces llenos de violencias físicas y emocionales, de carencias, de abandonos, de humillaciones, y de mucho dolor, pues en realidad esa ha sido la tónica general del tratamiento a la infancia a lo largo de la historia de la humanidad, y se transmite de una generación a otra, nuestros padres a la vez de nuestros abuelos… y así, hasta llegar al siglo XIX donde, por ejemplo, algunos estudios apuntan que hasta un tercio de los niños eran abandonados o asesinados por sus propias familias, o hasta el medioevo cuando los niños eran considerados y tratados igual o peor que los esclavos.
Esa violencia y ese dolor pasa de una generación a otra la mayor parte de las veces de manera inconsciente, y trae un grave problema asociado cuando creemos que en nombre del amor se pueden cometer violencias, o que amar es sufrir, y bueno, todo un gran meollo, para mí el verdadero meollo de toda la ciencia psicólogica, social y humana, que es imposible resumir en un post de facebook. De hecho quizás el problema fundamental de la filosofía, aquel problema del bien y el mal.
La segunda etapa del desarrollo, es cuando somos capaces de ver cuáles fueron esas formas de violencias y carencias afectivas y emocionales, pero entonces surge una gran cantidad de ira, de rabia y de dolor, que en algunos casos, en los más graves, puede traer asociada diferentes formas de enfermedad mental o es tanto dolor, que no puede ser trascendido, al menos no en esa generación.
Y la tercera etapa sería cuando somos capaces de ver el mapa completo, trascender la rabia y el dolor, para ver la realidad personal, familiar y por extensión, las de los demás, las de toda la sociedad, tal cual es, con aceptación, compasión y finalmente, incluso, con gratitud y optimismo. Pero no puede haber sanación ni lucidez verdadera, ni comprensión incluso de los fenómenos macrosociales y políticos, si antes no se han atravesado los caminos previos, no hay atajos.