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Por Eduardo González Rodríguez
Santa Clara.- Creo que olvidamos que los que gobiernan Cuba son servidores públicos, servidores del pueblo, y no a la inversa. Y lo olvidamos tanto, y por tanto tiempo, que somos tratados, por cualquier motivo y en cualquier instancia, como simples servidores. Y claro, servidores al fin, nos toca resistir y callar.
Servidores al fin , debemos entender y temer. Cualquier cosa que haga el gobierno por el pueblo, les supone un gran esfuerzo, así que debemos recibir humildemente ese esfuerzo como un favor y mostrar agradecimiento.
También creo que en esta historia larga, muy larga, hay cosas mal enfocadas, o por lo menos, mal contadas.
La primera es que nos han dicho que la revolución tiene moral para exigirnos, en las circunstancias que sean, cualquier sacrificio. Moral para cuestionar, para tomar decisiones, para un día decirnos «no se puede», y al otro, aceptar que «ahora sí» porque cambiaron las circunstancias.
La revolución, dicho de esa manera, es una palabra abstracta que supone que son únicamente los líderes -no el pueblo- los que tienen suficiente moral para exigir, cuestionar y tomar decisiones. Conozco a unos cuántos ancianos y ancianas que se deshidratan al sol frente a un cajero automático, que no saben lo que es un televisor led, ni un teléfono celular, que desayunan tristeza y almuerzan incertidumbre, que tienen más méritos y moral que muchísimos decisores en este país.
Esos ancianos y ancianas, es su momento, fueron la columna vertebral de la patria, fueron la revolución. Ahora les llaman vulnerables, como si esa vulnerabilidad la hubieran elegido a placer. Esos ancianos y ancianas, sin jugo ya, son el rostro triste de todas las ciudades desde oriente hasta occidente. Cuando alguien dice que la revolución tiene moral para esto y esto otro, no se refieren a ellos. ¿O me van a decir que sí?
Lo otro es justificar reordenamientos, reajustes de canastas básicas, distorsiones, con el pretexto de que el país no tiene dinero para cumplir con lo que debería cumplir.
También es una abstracción eso de que el país no tiene dinero. Ayer vi un video -creo que un video viejo- donde un directivo le explicaba un grupo de vecinos que el estado hace un gran esfuerzo para comprar, con los «cuatro pesos que tiene», el barco de arroz de la canasta básica, el barco de petróleo, el barco de harina, como si el estado fuera el que estuviera creando la plata necesaria para mantenernos vivos a nosotros, los subsidiados de siempre.
Los estados no fabrican un peso, así que cuando dicen que el país no tiene dinero, me imagino que sepan que el pueblo tampoco. No obstante, están poniéndonos a diario el tablero económico cuesta arriba a base de dolarizarlo todo y quieren obligarnos a creer que la cosa va bien, que es para mejorarnos la existencia, que seguimos en revolución, que protestar es un delito y que hay que respetar el sacrificio de los dirigentes que no se bajan de sus carros climatizados visitando provincias y municipios para enseñarles a los guajiros cómo se siembra el frijol, al privado cómo hacer su negocio y mostrarle al panadero la mejor manera de fabricar un pan de calidad a base de harina de casi cualquier cosa. (Ahora mismo ni los niños reciben el pan de la canasta básica).
Creo que en ningún lugar del mundo se gobierna sin crítica, sin desacuerdos y sin dudas. Los que están en el poder en otros países tienen que pulirla para no vivir de escándalo en escándalo. El que gobierna debe estar muy atento a lo que promete, y cuando a escondidas comete un acto deshonesto, debe de sentir miedo. No digo vergüenza porque los deshonestos solo sienten vergüenza cuando alguien los sorprende en corruptelas.
En Cuba el que dirige no teme. El que dirige ordena la vida del pueblo para que vivamos en total humildad y respeto. El que dirige no va más allá de repetir «sabemos que tenemos problemas» como si dijera «unos problemitas ahí, una bobería que se resuelve antes del 2030 si nos quitan el bloqueo».
Lo inconcebible, para terminar, es que quieren que cada medida impopular -porque lo han reconocido- sea aceptada en silencio, sin crítica, sin protestas, como hacían aquellos pueblos analfabetos y cobardes de que nos hablaban en las clases de historia. ¿Ese es el pueblo que quieren? Pues bien, creo que los más jóvenes no están de acuerdo.
Mis respetos, familia.