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LA MUERTE DE PRENSA LATINA

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Por Roxana Góngora (Tomado de las Redes)

Prensa Latina: crónica de una estampida anunciada (y un par de pies en Copacabana). Díaz-Canel por traicionar a Fidel y al Che

Miami.- Hace 11 años vivo en Estados Unidos. Hago mi vida tranquila, aunque no inmune a los sobresaltos del exilio tropical. Pero resulta que hace poco tengo un vecino nuevo en Miami, otro cubano recién desembarcado, a quien todo el edificio ya conoce como Roly. El tipo es simpático, no se le puede negar, pero habla más que un radio ruso y tiene la curiosa manía de sacar temas que huelen a podrido aunque estén envueltos en celofán patriótico.

Roly asegura tener un amigo periodista —uno que, según él, fue corresponsal en Panamá, aunque yo sospecho que la corresponsalía más cercana que tuvo fue un cumpleaños en Coppelia. En fin, este amigo, dice Roly, está convencido de que Díaz-Canel va a traicionar a Fidel y al Che. Así, sin anestesia. Como si traicionar un par de fantasmas fuese el colmo del sacrilegio y no el pan nuestro de cada día.

El lunes 16 de junio, se cumplieron 66 años de la creación de Prensa Latina. Sí, esa misma agencia que Fidel, el Che y el argentino Jorge Ricardo Masetti soñaron como trinchera comunicacional contra el imperialismo mediático, y que hoy, por ironía (y desidia), se desmorona como un edificio en Centro Habana después de un aguacero.

Prensa Latina, la agencia que debía contar «la verdad de Cuba» al mundo, hoy ni puede contarse los centavos. Su crisis económica es tan profunda que ya no sabemos si muere de hambre, de abandono o simplemente de vergüenza ajena.

Roly dice que las deudas de la agencia en el exterior podrían acercarse a los 200 mil dólares. Que hay corresponsales sin cobrar desde hace meses. Que no se paga ni el agua. Ni la luz. Ni el alquiler. Ni el internet. Vamos, que ni un cubano en Hialeah vive así, y eso ya es mucho decir.

La estampida de profesionales no se ha hecho esperar. No hay dinero, ni motivación, ni ilusión. Las dos casonas del Vedado que fungían como sedes —esos viejos palacetes que alguna vez olieron a tinta y a revolución— hoy parecen cuevas ocupadas por fantasmas del periodismo que fue.

Roly, siempre bien dateado, asegura que hace casi dos años le entregaron un edificio en Centro Habana a Prensa Latina (el que ocupaba la revista Mujeres), pero todo está paralizado. Otro elefante blanco, esta vez sin la gracia de los colmillos.

Y como en toda tragedia cubana, hay un personaje que quiere huir del barco: Luisa María González, la vicepresidenta de la agencia, pidió irse del cargo. Alegó «estrés», aunque todos sabemos que es eufemismo de «no me dejan ni papel sanitario en el baño».

Según la fuente de Roly, nadie en el Gobierno responde a los reclamos. La comunicación institucional en Cuba es como los unicornios: todos hablan de ella, pero nadie la ha visto. Y mientras Prensa Latina se cae a pedazos, tropieza con sus propias torpezas y los salarios de Corresponsales flotan en un limbo kafkiano, los viajes de las delegaciones oficiales siguen viento en popa. Porque, al parecer, no hay dinero para mantener una agencia informativa, pero sí para subir y bajarse de aviones con la dignidad al hombro y las dietas bien frescas.

Roly, que ya parece cronista de farándula oficial, asegura que Lis Cuesta, la inseparable de Díaz-Canel —también conocida como La Machi— está preparando maletas rumbo a Brasil. ¿La razón? Acompañar al «dictador de su corazón» a la próxima cumbre del BRICS en Río de Janeiro. No es chiste. Sueña con hacerse fotos en el Cristo Redentor y posar sus regios pies en la arena de Copacabana. Desnudos, si se puede. El pueblo sin luz, pero la señora con sol.

Mientras tanto, Prensa Latina agoniza. Fidel, el Che y Masetti deben estar revolcándose en la posteridad. Porque una cosa es que el enemigo te silencie. Otra, más triste, es que te deje hablar… hasta que te mueras de inanición.

Prensa Latina era —con todos sus defectos— un modelo de comunicación alternativo. Su desmantelamiento (por negligencia, no por agresión externa) se interpreta como la confirmación del agotamiento del modelo cubano, incluso en áreas donde solía exhibir fortaleza.

La crisis de Prensa Latina no es solo institucional; es reputacional, geopolítica y moral. Su silencioso colapso tiene más impacto negativo en la proyección exterior del Estado cubano que cualquier campaña de propaganda enemiga. Porque no hay peor enemigo que el olvido o, peor aún, la indiferencia de quienes un día la crearon para gritarle al mundo que Cuba tenía una voz propia.

Así que sí, feliz 66 aniversario, Prensa Latina. Que lo celebres en silencio. Como corresponde a quien ya no tiene voz.

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