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LA MUERTE DE MARIO, EL RECUERDO DE MI MADRE

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Por Brau Pérez ()

Valladolid.- Mario murió y me trajo al recuerdo a madre. La remembranza de las tardes de monólogos apasionados en los que le contaba sobre el descubrimiento de la novela. Y ella, atenta, escuchaba, o fingía en amor, mis emociones despiertas por aquel genio literario.

Mario murió, y concedió Dios que fuese en la grisácea Lima. Solo podía ser allí, o en el Piura. Nunca en Madrid o en París. Madre también murió, pero en su cama. Solo podía ser allí, donde escuchaba las historias del mundo que yo descubría por medio de Mario.

Mario nunca conoció a mi madre. Madre conoció a Mario revelado en la fiebre juvenil de un joven novelista. Mario murió, yo no estuve allí. Madre también, tampoco estuve.

Ahora ejerzo algún trabajo alimenticio que me permite continuar con mi vocación de escritor de ficciones. A las 8:00pm, cuando salga, buscaré una catedral y beberé por sus memorias. Miraré a la calle, sin amor, y me preguntaré: ¿cuándo fue que se jodió Cuba?

Luego oraré por la salud de Sapkowski.

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