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Por Diego Lamela
Las Tunas.- El triunfalismo a la dictadura vuelve a jugarle una mala pasada. Presentan la reserva de turnos para el gas licuado en Las Tunas como si fuera la última conquista tecnológica del socialismo caribeño, cuando en el fondo no es más que un intento desesperado de administrar la escasez con un barniz digital. Nos quieren vender la ilusión de que con una aplicación se resuelven décadas de ineficiencia y desabastecimiento.
Hablan de organización, disciplina y satisfacción ciudadana, pero olvidan mencionar lo esencial: en Cuba conseguir una “balita” de gas es un calvario. No porque falte orden en las colas, sino porque no hay suficiente combustible para abastecer a la población. Que te envíen un SMS 24 horas antes de comprar no es progreso, es control disfrazado de modernidad. Es ponerle un código QR a la miseria.
Las declaraciones de los funcionarios, como siempre, apuntan a justificar lo injustificable. Que si es un programa centralizado, que si depende de la disponibilidad nacional, que si existe otro suministro “para la tienda online” pero ahora mismo no tiene asignación. Traducido al cubano de a pie: lo poco que hay se reparte como se pueda, y agradece si al menos te avisan cuándo toca. Nada de eso resuelve el problema de fondo: un país que no produce ni garantiza energía para cocinar.
Más insultante aún es la puesta en escena con testimonios de ciudadanos agradecidos. Siempre aparece el trabajador modelo que afirma que “se ve organizado” y que “es bastante cómodo para todos”. Como si la normalidad fuera vivir pendientes de una notificación en el celular para poder preparar los frijoles. Ese tipo de relatos fabricados no retratan satisfacción, retratan resignación. La gente no está feliz: está acostumbrada a sobrevivir con lo que le imponen.
La propaganda también insiste en la “transparencia” del proceso, con dirigentes supervisando las ventas. Una pantomima más. La verdadera transparencia sería informar cuántas balitas llegan realmente, por qué hay déficit crónico y qué hace el gobierno para solucionarlo de raíz. Pero eso nunca se explica. Lo importante es aparentar que todo fluye bajo control, aunque la vida diaria desmienta el discurso oficial.
En conclusión, lo de Las Tunas no es un salto de modernidad, es otra maniobra para maquillar la escasez. Poner un turno por Transfermóvil no elimina las colas, solo las traslada al plano virtual. El problema no es cómo se organiza la compra, sino la incapacidad del régimen de garantizar lo básico. La verdadera noticia debería ser que en pleno 2025 los cubanos aún dependen de una balita de gas para sobrevivir. Y ahí no hay SMS ni propaganda que lo maquille.