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Por Esteban Fernández Roig Jr. ()
Miami.- Al adueñarse Fidel Castro de Cuba, al públicamente aceptar que era “Marxista- Leninista” los comunistas estaban de plácemes. Brincos de alegría daban mientras brindaban con Sidra El Gaitero.
Desde muchos años atrás, desde la Universidad, venían aupando camelando al locuaz, egolatra, indisciplinado y atrevido oriental y se sentían absolutamente convencidos de que habían conseguido su objetivo.
Ni por las cabezas les pasó que Fidel Castro mucho más que comunista, era FIDELISTA.
Que implantaría el comunismo en Cuba, pero no el comunismo que los comunistas querían sino el “comunismo castrista”.
Y los comunistas cubanos, que habían sido comunistas durante toda su vida, fueron obligados a poner el comunismo en un segundo plano y convertirse en fieros y fieles fidelistas.
Los que aceptaron (Carlos Rafael, Blas Roca, Lázaro Peña, y varios mas) pasaron a ser unos criados, unos perritos falderos de los Castro, de Ramiro, del Che.
Los que se reviraron (los Ordoqui, los Escalantes) los cogió la confronta y les pasó por encima y los aplastó la aplanadora castrista.
Hasta que explota públicamente una violenta purga conocida como “El caso de la microfracción” …
Un conflicto interno de 1966-1968, donde se pone en el banquillo de los acusados al Partido Comunista (PCC) una bronca de solar entre el liderazgo de Fidel Castro y el «grupo marxista prosoviético de Aníbal Escalante.
Todo terminó como esperábamos, con la detención de Escalante y sus seguidores, un juicio espurio y sentencias a largas penas de cárcel y la famosa comunista Edith García Buchaca en prisión domiciliaria.
Y a través de todo el país, fácil era encontrase a un viejo comuñanga que en secreto y asustado dijera: “¡Para esto no fue que yo luché toda una vida!”